23/7/09
FRAGANCIAS Y SENSACIONES
Aquella noche de Julio a María de las Mercedes le llegaron fragancias de jazmines que rozaban su piel ardiente, como la sensación de ahogo que le subía pecho arriba, por la garganta hasta desembocar en la amargura del paladar. No tenía un solo motivo por el que sentirse desgraciada y sí unos cuantos para poder gozar una vida que a ratos sentía sin sentido. Puede que los jazmines le recordaran a un padre amado que no la amaba demasiado, quizás el calor insoportable le llevaba a la mente sensaciones de un frío que nunca había podido desterrar de sus huesos, el frío de una soledad que la acompañaba desde la cuna. Esa noche María de las Mercedes sentía dentro suyo todas las soledades juntas, todas las ausencias. No lloraba como otras veces, tal era la opresión interior y el entumecimiento de sus sensaciones. Hubiera querido hacerlo (llorar) por ella misma, por todos sus seres queridos, tan desgraciados como ella, por todo ser vivo que padeciera sufrimiento o dolor. No se le ocurrió otra cosa que levantarse de su lecho perfumado, encender el ordenador y ponerse a escribir. En otros momentos hubiera podido hacer el esbozo de un cuadro, pero esa noche la muchacha necesitaba de las palabras. De ellas no salieron ni quejas, ni ira, ni rencor. Sólo algo de nostalgia por un tiempo pasado que ella sabía peor. Sólo algo de miedo por un futuro que ella preveía el peor. Después de embastar unas cuantas y que sin ella saberlo la iban liberando de su opresión, deseó que llegara el nuevo día para ver qué le deparaba. Apagó el ordenador y se envolvió de nuevo entre aroma de jazmines que, sin motivo aparente, la fue introduciendo en un profundo descanso.
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