21/5/09

CABEZAS


Su cabeza era un pepino al nacer, después se fue redondeando y hasta se convirtió en una cabeza bonita enmarcada por un cabello que recordaba el oro. Lo que no sabía nadie de la familia es que el verdadero Ruben, con su cabeza de pepino, estaba camuflada bajo la redondez enmarcada de oro. Así engañó a todos hasta su adultez, aunque ya de niño Ruben había dejado entrever en algún momento el bulto que mantenía aplastado bajo el cuero cabelludo. Primero con llantos incomprensibles e insoportables para su madre, más tarde con salidas de tono para con su abuela. Con el padre ni hablaba y con el hermano se mataba si lo dejaban. Pero eran solo salidas de tono no muy habituales, con lo que nadie sospechaba que el pepino iba creciendo dentro de su cabeza. Apareció de repente ya de adulto, un día en que su nada apreciada tía le hizo el feo de no ir al festejo de su boda. No le sirvieron sus motivos, Ruben estaba tan indignado que el dorado de su cabello se vio invadido por el verde pepino y, lo curioso del caso es que nadie en la familia, exceptuando a la tía, lo vió. Bueno, yo diría que hicieron la vista gorda, pues a partir de aquel día, todos en la familia menos la tía, empezaron a lucir ellos también un sospechoso bulto verde que asomaba entre sus cabellos. Se miraban y no se veían nada extraño. Ahora Ruben mostraba sin tapujos su cabeza de pepino, con todo el esplendor de sus 40años. Al cabo de unos cuantos lucían todos unas hermosas cabezas alargadas y verdes, aunque la de Ruben nunca fue aventajada por la de nadie. Mientras, la tía tuvo que irse lejos, pues al mirarla todos decían: 'Qué rara eres, no pareces familia nuestra!
El día que se marchó no lloró nadie, pero le desearon suerte. Todos, menos Ruben, que no le perdonó nunca tener la cabeza de manzana.

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