Los Premios Príncipe de Asturias de ayer no tenían desperdicio. El de Letras, donado a una mujer de quien no conocía su trayectoria, Margaret Atwood me dió esa dosis de energía positiva que todos necesitamos en algunos momentos. Lúcida y luchadora defendía el arte, la creatividad, la palabra, como algo tan consustancial al ser humano que brota tantas veces como se quiera cortar. Un placer de haberla conocido.
Un grito literario contra la injusticia
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