22/2/09

MUNDOS EN EL BOLSILLO


MUNDOS EN EL BOLSILLO. Por Antonio Muñoz Molina en El País

VACÍO




VACÍO. Por Manuel Vicent en El País

21/2/09

NUNCA MÁS

Un día cualquiera, con el frío chocando contra los cristales. Suena el teléfono, rompiendo los confusos sueños de María. -Diga -Ah, sí, vale, dentro de una hora. Pero no quiere salir del tibio refugio y de la confusión de sus imágenes. No recuerda nada, pero estaba metida de lleno en lo que fuera. Permanece 20 minutos más entre la calidez de las sábanas de franela y pone al fin los pies en las zapatillas, se lava apenas la cara y se unta, presurosa, las cremas que la han de conservar presentable hasta los 80.

El antenista llega puntual, acompañado de un joven sudamericano, que le lleva la caja de herramientas. -Es por aquí, pasen. El antenista y su ayudante suben al terrado y tras echar unos vistazos a la maltrecha antena, sentencia: -serán 400 euros más iva. Si quiere, podemos hacerlo ahora. -Sí, está bien. Es por el vendabal, la rompió y también el cristal, ¿lo ve?. El seguro me pide la factura.

Mientras los operarios suben y bajan, taladran y montan, María va arreglando su casa, preparándola para cuando sus hijos lleguen a comer, como casi todos los Sábados. Pero tiene el tanque del wc que pierde y va a comprar el mecanismo que le ha dicho su hijo. -Tiene que traer el viejo, señora- le dice el ferretero. -¿Y como lo saco? -Pues como todo, señora, desenroscando. María no lo ve sencillo, pero lo intenta, y en ello se le rompe algo de lo cual desconoce el nombre, lo único no estropeado del mecanismo viejo. Llama a su hijo y se lo explica. -Será la boya. Mientras, el antenista finaliza su trabajo, le presenta la factura: -mire, he puesto que el motivo es el vendabal, es lo que quieren las aseguradoras. -Ah, muy bien. María comprueba que fuencionan todos los canales de televisión y queda con la factura pendiente de enviar a la aseguradora del piso. -A ver si me lo pagan, piensa. -A ver si viene mi hijo con el mecanismo del water antes que cierren las tiendas, si no me quedaré todo el fin de semana sin poder usarlo.

-Aquí está el mecanismo, mamá. Ernesto mira el roto y ve que no era la boya, sino otra pieza la que se ha cargado su madre. -Tendrás que ir a comprarla. Además, no tienes ni herramientas. -Claro, os las lleváis vosotros.¿No puedes ir tú? Estoy sin cambiar y tengo poco tiempo para hacer la comida. -No, yo he comprado el mecanismo, he venido y ahora vas tú a comprar esa pieza. -Pero si tú puedes ir en un momento! -No, vas tú.

María va a cambiarse de ropa acongojada. De pronto se mira en la luna del armario y ve a la misma María que, de pequeña, tenía que arrodillarse para pedir perdón a su madre. A la misma que soportó las injurias de su familia política sin que su esposo moviera por ella ni un pelo del bigote. Estaba viendo a la María que se emborrachaba con canciones de amor para compensar tanto desamor de su pareja.

María volvió a ponerse el chandal casero, salió de su refugio y dijo a su hijo:-Mira, no hace falta que esperes que te traiga la pieza, ya llamaré al fontanero. -Ah, ¿no quieres que te lo arregle? -No. Ernesto cogió la puerta y se fue.

María se pasó el fin de semana echando cubos de agua al water y, mientras miraba el agua correr, pensó que por allí se marchaba aquella María del espejo. -Yo no merzco que me traten así. Nunca más consentiré que nadie me trate así.

12/2/09

JULIO CORTÁZAR

La plenitud intermitente de 'Rayuela'

La novela que marcó a varias generaciones de lectores sigue viva 25 años después de la muerte de su autor, Julio Cortázar, y más de 40 después de haber sacudido la literatura escrita en castellano... (Por Juan Cruz en El País)

10/2/09

UN CUENTO DE TDT


UN CUENTO DE TDT.

Por Najat El Hachmi, en El Periódico

6/2/09

EL TÍO

Era menudo, sociable a su manera, había surgido de una pareja de conveniencia, después de varios hermanos muertos, en la vejez del padre, en tiempos de hambre. Su entorno le había sido hostil y creo que en algún momento de su adolescencia juró -como en la película "Lo que el viento se llevó"- que no volvería a pasar hambre.

Después de sus ocho horas o diez horas de trabajo en una fábrica textil, fue adquiriendo destreza en la venta de productos del hogar, desde una mantelería a una lavadora, ófreciéndolos a plazos a las gentes de su barrio. Poco a poco fue juntando un dinero que para él constituía la base de su vida, algo así como una cuna, algo también como una casa, quizás ese dinero era para él como el padre que nunca pudo darle la seguridad que él había necesitado.

Se fue comprando pisos y terrenos. Acumuló dinero que invertió en acciones, mientras transcurría su vida, una vida sin ninguna clase de lujos ni caprichos. Era espléndido con quien le interesaba ser y también en algunos momentos con aquellas personas de su familia por quienes sentía más cariño. Pero sus sentimientos estaban guardados herméticamente y raras veces los demostraba. Cuando quería hacerlo, casi siempre aparecían transformados en dinero.

Costaba mucho quererle, y quien lo intentaba casi siempre acababa llorando.

Un día, ya viejo y enfermo, quiso repartir parte de lo que tan afanosamente guardaba en un rincón de su casa. Llamó a sus sobrinas (era soltero) y les dijo que se repartieran lo que allí tenía, pero con una condición: que lo dejaran ser como era él: desconfiado, cotilla, absorvente. Las hermanas se miraron asustadas. La hermana mayor dijo que ella le cuidaría, pero que el dinero sería para ella, pues ella tendría las molestias. La hermana pequeña estuvo de acuerdo, pero pensó que valía la pena intentar que su tío recobrara la ternura, si es que la había sentido alguna vez. El tío dijo que nada de darle el dinero a la mayor, que la pequeña cogiera la mitad. La mayor se enfureció. Dijo que no era justo, que ella tenía las molestias. La pequeña temió que allí acabara la relación de los tres e intentó mediar. El tío cedió un poco, pero siguió su discurso. La hermana mayor lloró de rabia y de sentimiento, porque su tío no le reconocía su esfuerzo. La hermana pequeña lloró una vez más ante las miserias de las personas que más quería. Ella había querido siempre una familia distinta, pero su tío sería así hasta la tumba. Como su hermana. Como ella misma.

ASOMBRO


ASOMBRO. Por Juan José Millás en El País