6/2/09

EL TÍO

Era menudo, sociable a su manera, había surgido de una pareja de conveniencia, después de varios hermanos muertos, en la vejez del padre, en tiempos de hambre. Su entorno le había sido hostil y creo que en algún momento de su adolescencia juró -como en la película "Lo que el viento se llevó"- que no volvería a pasar hambre.

Después de sus ocho horas o diez horas de trabajo en una fábrica textil, fue adquiriendo destreza en la venta de productos del hogar, desde una mantelería a una lavadora, ófreciéndolos a plazos a las gentes de su barrio. Poco a poco fue juntando un dinero que para él constituía la base de su vida, algo así como una cuna, algo también como una casa, quizás ese dinero era para él como el padre que nunca pudo darle la seguridad que él había necesitado.

Se fue comprando pisos y terrenos. Acumuló dinero que invertió en acciones, mientras transcurría su vida, una vida sin ninguna clase de lujos ni caprichos. Era espléndido con quien le interesaba ser y también en algunos momentos con aquellas personas de su familia por quienes sentía más cariño. Pero sus sentimientos estaban guardados herméticamente y raras veces los demostraba. Cuando quería hacerlo, casi siempre aparecían transformados en dinero.

Costaba mucho quererle, y quien lo intentaba casi siempre acababa llorando.

Un día, ya viejo y enfermo, quiso repartir parte de lo que tan afanosamente guardaba en un rincón de su casa. Llamó a sus sobrinas (era soltero) y les dijo que se repartieran lo que allí tenía, pero con una condición: que lo dejaran ser como era él: desconfiado, cotilla, absorvente. Las hermanas se miraron asustadas. La hermana mayor dijo que ella le cuidaría, pero que el dinero sería para ella, pues ella tendría las molestias. La hermana pequeña estuvo de acuerdo, pero pensó que valía la pena intentar que su tío recobrara la ternura, si es que la había sentido alguna vez. El tío dijo que nada de darle el dinero a la mayor, que la pequeña cogiera la mitad. La mayor se enfureció. Dijo que no era justo, que ella tenía las molestias. La pequeña temió que allí acabara la relación de los tres e intentó mediar. El tío cedió un poco, pero siguió su discurso. La hermana mayor lloró de rabia y de sentimiento, porque su tío no le reconocía su esfuerzo. La hermana pequeña lloró una vez más ante las miserias de las personas que más quería. Ella había querido siempre una familia distinta, pero su tío sería así hasta la tumba. Como su hermana. Como ella misma.

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