Un día cualquiera, con el frío chocando contra los cristales. Suena el teléfono, rompiendo los confusos sueños de María. -Diga -Ah, sí, vale, dentro de una hora. Pero no quiere salir del tibio refugio y de la confusión de sus imágenes. No recuerda nada, pero estaba metida de lleno en lo que fuera. Permanece 20 minutos más entre la calidez de las sábanas de franela y pone al fin los pies en las zapatillas, se lava apenas la cara y se unta, presurosa, las cremas que la han de conservar presentable hasta los 80.
El antenista llega puntual, acompañado de un joven sudamericano, que le lleva la caja de herramientas. -Es por aquí, pasen. El antenista y su ayudante suben al terrado y tras echar unos vistazos a la maltrecha antena, sentencia: -serán 400 euros más iva. Si quiere, podemos hacerlo ahora. -Sí, está bien. Es por el vendabal, la rompió y también el cristal, ¿lo ve?. El seguro me pide la factura.
Mientras los operarios suben y bajan, taladran y montan, María va arreglando su casa, preparándola para cuando sus hijos lleguen a comer, como casi todos los Sábados. Pero tiene el tanque del wc que pierde y va a comprar el mecanismo que le ha dicho su hijo. -Tiene que traer el viejo, señora- le dice el ferretero. -¿Y como lo saco? -Pues como todo, señora, desenroscando. María no lo ve sencillo, pero lo intenta, y en ello se le rompe algo de lo cual desconoce el nombre, lo único no estropeado del mecanismo viejo. Llama a su hijo y se lo explica. -Será la boya. Mientras, el antenista finaliza su trabajo, le presenta la factura: -mire, he puesto que el motivo es el vendabal, es lo que quieren las aseguradoras. -Ah, muy bien. María comprueba que fuencionan todos los canales de televisión y queda con la factura pendiente de enviar a la aseguradora del piso. -A ver si me lo pagan, piensa. -A ver si viene mi hijo con el mecanismo del water antes que cierren las tiendas, si no me quedaré todo el fin de semana sin poder usarlo.
-Aquí está el mecanismo, mamá. Ernesto mira el roto y ve que no era la boya, sino otra pieza la que se ha cargado su madre. -Tendrás que ir a comprarla. Además, no tienes ni herramientas. -Claro, os las lleváis vosotros.¿No puedes ir tú? Estoy sin cambiar y tengo poco tiempo para hacer la comida. -No, yo he comprado el mecanismo, he venido y ahora vas tú a comprar esa pieza. -Pero si tú puedes ir en un momento! -No, vas tú.
María va a cambiarse de ropa acongojada. De pronto se mira en la luna del armario y ve a la misma María que, de pequeña, tenía que arrodillarse para pedir perdón a su madre. A la misma que soportó las injurias de su familia política sin que su esposo moviera por ella ni un pelo del bigote. Estaba viendo a la María que se emborrachaba con canciones de amor para compensar tanto desamor de su pareja.
María volvió a ponerse el chandal casero, salió de su refugio y dijo a su hijo:-Mira, no hace falta que esperes que te traiga la pieza, ya llamaré al fontanero. -Ah, ¿no quieres que te lo arregle? -No. Ernesto cogió la puerta y se fue.
María se pasó el fin de semana echando cubos de agua al water y, mientras miraba el agua correr, pensó que por allí se marchaba aquella María del espejo. -Yo no merzco que me traten así. Nunca más consentiré que nadie me trate así.
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