Hoy tizné mis manos con sus historias, intentando desprenderme de vivencias que no caben en mi ya ajedreada vida. Las cenizas y el humo las iban dispersando pero, curiosamente, en vez de desaparecer volvían a mí en forma de recuerdos. Yo no conocía a todas esas personas que aparecían en sus papeles, pero le conocí a él y le amé mucho más de lo que él se dejó amar. Pero éso es asunto mío, nadie tiene la culpa de lo que inspira en los demás. A mí él me inspiraba ternura y a veces rabia porque según yo, no sabía vivir la vida. Trabajó y poco más. Pero en ese poco más aparece hoy, entre cenizas y humo, una crónica del siglo veinte, y entre ellos él, un hombre que, como tantos otros se forjó a sí mismo sin los materiales imprescindibles para ser un hombre tierno. O... quizás sí los tenía y nunca se atrevió a utilizarlos y los iba repartiendo a trocitos entre los que amaba. Si fuera así, he estado de suerte porque yo recibí un trocito de su ternura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario