El fuego transparente
30/04/2008
CARLOS Rivera
Como hace toda una vida, cuando yo lo escribí, los poetas se siguen muriendo de preguntas que se lleva el silencio. Juan Gelman , a quien acaban de entregarle el Cervantes, hizo de la pregunta por la desaparición de sus seres queridos su trayectoria vital. En el caso de Gelman la pregunta es un desafío a la muerte, él lo ha dicho, la poesía está en pie, estará siempre en pie contra la muerte. La muerte es el país del que nunca se vuelve. La poesía es el país de las preguntas. La belleza cargada de más vida es la única respuesta que conocemos los poetas para sobrevivir. Es como un instinto básico que permite cruzar la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz con el único deseo de beber el agua fresca y rumorosa de la vida que propagaron hace miles de años los labios lésbicos y ardientes de Safo .
Esparcidos por toda la tierra como un rumor desafiante frente a la muerte, desde la vida, los poetas, si alcanzan la inmortalidad, es solo por el hecho de ser poetas, de escribir desde la desnudez de los sueños humanos imposibles epístolas al fuego transparente en todos los idiomas y con todas las lenguas de Babel . Es así como todos los poetas, incluso los que se morirán sin haber sido conocidos, enfrentan en su discurso de palabras de espuma la realidad contigente de vivir en un tiempo siempre precario.
El tiempo de Hölderlín , mezquino y feo. El que le hiciera preguntarse al poeta alemán ¿para qué sirven los poetas? Gelman, en su discurso del Cervantes, alega su testimonio personal de superviviente y su desencanto de este tiempo en el que cada segundo muere alguien de enfermedades curables, de hambre y de pobreza. Antonio Gamoneda , su antecesor en el premio, también habló de la pobreza en su discurso del año pasado. ¿Para qué poetas, pues? Para dar testimonio de esas preguntas lacerantes de los habitantes de la tierra deshumanizada en la que cada segundo, por hambre y por pobreza, muere injustamente una persona. Para dar testimonio también de las tinieblas y los fuegos y de esa necesidad de conocer las respuestas de lo visible y lo invisible.
Juan Gelman, padre y abuelo de desaparecidos durante la dictadura de Videla, da también testimonio, sin embargo, de la inutilidad de los poetas cuya vida, de pronto, se detiene en el espanto. Como se detuvo la de nuestro Federico García Lorca en el barranco de Víznar. En cuyos casos la poesía se encuentra con lo que dice el poeta argentino en estos helados versos: "la soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos". Poesía contra la muerte , ese eslogan que nos ha dejado Gelman en su discurso del Cervantes, no es inutilidad ni utilidad de la poesía sino el discurso de la vida como elemento de distinción y dignidad. Incluso en la vejez, esa edad sin futuro en la que los poetas convierten en cenizas el fuego transparente de los años. Todo queda detrás y delante de un paisaje de soledad, de perros y de cuervos. Es cuando las palabras de los poetas son recuerdos a lento amor cocido en el país de la memoria. Lo único que quedará de los poetas al acercarse la hora de lo que yo escribí en aquel entonces celebrado poema mío de los años luminosos: "es cuando ya la tierra/ es cuerpo de sus cuerpos/ cuando sus corazones se hacen pájaro". A buena hora, dirá un escéptico. Gelman, en su vejez, sabe que la memoria de los hombres anda como un reloj con rabia e impotencia por defender la vida y estar contra la muerte. En tal sentido la poesía sobrevivirá, será inmortal, porque el poeta, como bien ha dicho Gelman, no vive para escribir. Escribe para vivir.
Extraído de la página de Carlos Rivera
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