21/12/09

EL RE- ENCUENTRO

Nervios, impaciencia, miradas espectantes que se fijan en un punto. Se abren las puertas y aparecen un desfile de pasajeros entre los que intentamos descubrir al "nuestro" o a "los nuestros". Pocas veces esa persona aparece tan ligada a nosotros como cuando la intentamos distinguir entre una multitud variopinta, que llega envuelta por sus atavíos, tan singulares. Podemos entretenernos, mientras le esperamos, en intentar descubrir de dónde proceden esos desconocidos procedentes de vuelos que nos hacen volar la imaginación. Aquí, en Barcelona, tenemos unos pasajeros que, cuando llegan, todos sabemos de dónde. Sus grandes cajas rellenas de ensaimada descubren a los provenientes de la isla de Mallorca. Es como si vas a México y vuelves con el gran sombrero en la cabeza.

Como sabes que "su" vuelo ya ha aterrizado, no quitas la mirada del punto que se abre y se cierra, la puerta por donde nuestro "esperado" hará su entrada triunfal, como si de un plató de televisión se tratara. Porque él, ella, ellos, saben que los están esperando y que los van a recibir con besos y abrazos. Por éso los ojos brillan, los de los que esperan y los de los que, finalmente aparecen triunfantes, después de asumir todos los riesgos y las ventajas que supone volar. Pero hay algunos que llegan y no miran al grupo que espera tras la valla, porque saben que nadie va a llegar hasta ellos con una sonrisa hasta las orejas. No se si algunos de ellos sienten envidia de sus compañeros de viaje o asumen, resignados, su soledad del momento. Yo confieso haber sentido esa envidia y también haber disfrutado con la maravilla del reencuentro.

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