31/12/08
21/12/08
14/12/08
29/11/08
POESÍA PARA EL PAÍS
Poesía para el país
Nunca serán buenos tiempos para la lírica y aun menos estos, tiempos de crisis económicas y de crisis humanas (desempleo creciente, el hambre que no cesa en el país de los lejanos). Nunca serán buenos tiempos para creer que la magia de las palabras de un poeta puedan destilar una emoción como consuelo para quienes sufren en el cuerpo y en el alma y en el cerebro que se pregunta por su particular situación en el mundo. Y sin embargo la poesía está aquí, reina desamparada y lujosa en su propio destierro, flor invisible a la mirada de los hombres, harapienta y cercana libando el cáliz de la rosa, pregunta viva para la que en los próximos doscientos años siga sin encontrar respuesta a sus infinitas preguntas. Sólo ella, la poesía, pura presencia y pura soledad, sobreviviendo durante milenios de escasez como un lujo al alcance de todos y al alcance de nadie.
28/11/08
JUAN MARSÉ, PREMIO CERVANTES 2008
Desagravio a la memoria robada . Por Carles Geli en El País
Juan Marsé, eterno favorito, gana por fin el galardón cumbre de las letras españolas
Juan Marsé, eterno favorito, gana por fin el galardón cumbre de las letras españolas
23/11/08
EL CUADERNO DE SARAMAGO
¡Qué suerte que personas de la talla de Saramago tengan la generosidad de ofrecernos sus palabras, repletas de arte y sabiduría, en un blog al alcance de todo el mundo. Personas con él renuevan cada día mi confianza en el género humano. Para mí el arte y la cultura es éso.
Gracias, José
19/11/08
GARCÍA BAENA RECIBE EL "PRÍNCIPE DE ASTURIAS"
González Iglesias, encargado de la selección del contenido del libro, junto con el poeta, se refiere a este galardón como "el laurel más alto para un poeta hispánico", puesto que, hay que tener en cuenta que "los poetas son los grandes olvidados, están en peligro y necesitan protección".
García Baena dice que en la poesía "hay que vivir y luego escribir"
García Baena dice que en la poesía "hay que vivir y luego escribir"
17/11/08
6/11/08
2/11/08
31/10/08
FEDERICO GARCIA LORCA LO QUERIA ABIERTO, ABRE TU BALCON
FEDERICO GARCIA LORCA LO QUERIA ABIERTO, ABRE TU BALCON
TAN LARGA AUSENCIA
Tan larga ausencia
Por Felipe Sérvulo en"Inventario de Silencios"
SI ESTA tarde vienes,
no preguntaré
por tan larga ausencia,
ni por los amores dejados
al borde del camino.
Sólo encontrarás
mis manos para retenerte
y dar vida a los poemas
que dejamos inacabados.
Por Felipe Sérvulo en"Inventario de Silencios"
SI ESTA tarde vienes,
no preguntaré
por tan larga ausencia,
ni por los amores dejados
al borde del camino.
Sólo encontrarás
mis manos para retenerte
y dar vida a los poemas
que dejamos inacabados.
LA VIDA SIGUE
LA VIDA SIGUE
Por Felipe Sérvulo en su blog "Inventario de Silencios"
HOY he vuelto a mi calle.
No la recuerdo con tanto silencio.
Dónde están las rayuelas,
los balcones tallados en perfume,
las azoteas que, de tan limpias,
eran herida.
Las palabras de amor de Lucía,
o las risas de Juanito,
(se nos fue con casi nueve).
Alguien dirá que es otro tiempo.
Que la vida, muy al sur,
sigue en otras calles,
que también hay caricias
guardadas en otras manos.
Pasaron las palabras de Lucia,
pero hay palabras y otras risas
que levantan geografías tan hermosas,
como aquellas calles fueron.
30/10/08
25/10/08
Margaret Atwood - Premio Príncipe de Asturias de las Letras
Los Premios Príncipe de Asturias de ayer no tenían desperdicio. El de Letras, donado a una mujer de quien no conocía su trayectoria, Margaret Atwood me dió esa dosis de energía positiva que todos necesitamos en algunos momentos. Lúcida y luchadora defendía el arte, la creatividad, la palabra, como algo tan consustancial al ser humano que brota tantas veces como se quiera cortar. Un placer de haberla conocido.
Un grito literario contra la injusticia
Un grito literario contra la injusticia
18/10/08
17/10/08
EL VIEJO (I)
Ha cumplido los ochenta y se quiere morir. Creció sin amor de padre y con el papanatismo de su madre y la guerra partió su infancia en trocitos. Se recompuso como pudo y al cumplir los 18 emigró en busca de pan para él y su hambrienta familia. No encontró mucho apoyo entre los que llevaban unos años emigrados en un lugar de Catalunya. Esa otra familia no le esperaba con los brazos abiertos, sino con la dureza de unos tiempos difíciles también en tierra catalana.
El muchacho no era fuerte y no soportó los duros trabajos que le ofrecieron. Pero era inteligente y espabilado y combinó la jornada en una fábrica textil con la venta de toallas y ropa de cama en un barrio ubicado donde “la ciudad (Barcelona) pierde su nombre”. Vendía a plazos y los beneficios los iba reuniendo para su familia de allí y para tener donde caerse muerto.
Pero no murió sino que ha cumplido ochenta años y se quiere morir. No tuvo otra familia que la de origen ni novia ni amante ni amiga que le hiciera una caricia. Tampoco novios ni amantes ni amigo que le diera un beso. Solo su familia de origen, que han ido muriendo y los descendientes de éstos a los que ve de tanto en tanto.
Ganó dinero porque trabajaba con la convicción del que tanto tienes tanto vales y así edificó su vida, enterrando sus sentimientos en las profundidades de una fina ironía que, en ocasiones se convertía en sarcasmo.
Se quedó solo. Solo con su dinero, algún amigo, unos pocos familiares descendientes y una no muy mala cuenta bancaria. Continuaba regalando a esos pocos familiares descendientes el dinero que se había ahorrado en vicios y placeres y continuaba untando a quienes creía le podían dar algún beneficio. Pero los familiares descendientes no le pagaron los regalos como él esperaba. Tampoco los médicos le curaban como él había pagado. Quería morirse.
El muchacho no era fuerte y no soportó los duros trabajos que le ofrecieron. Pero era inteligente y espabilado y combinó la jornada en una fábrica textil con la venta de toallas y ropa de cama en un barrio ubicado donde “la ciudad (Barcelona) pierde su nombre”. Vendía a plazos y los beneficios los iba reuniendo para su familia de allí y para tener donde caerse muerto.
Pero no murió sino que ha cumplido ochenta años y se quiere morir. No tuvo otra familia que la de origen ni novia ni amante ni amiga que le hiciera una caricia. Tampoco novios ni amantes ni amigo que le diera un beso. Solo su familia de origen, que han ido muriendo y los descendientes de éstos a los que ve de tanto en tanto.
Ganó dinero porque trabajaba con la convicción del que tanto tienes tanto vales y así edificó su vida, enterrando sus sentimientos en las profundidades de una fina ironía que, en ocasiones se convertía en sarcasmo.
Se quedó solo. Solo con su dinero, algún amigo, unos pocos familiares descendientes y una no muy mala cuenta bancaria. Continuaba regalando a esos pocos familiares descendientes el dinero que se había ahorrado en vicios y placeres y continuaba untando a quienes creía le podían dar algún beneficio. Pero los familiares descendientes no le pagaron los regalos como él esperaba. Tampoco los médicos le curaban como él había pagado. Quería morirse.
15/10/08
GOYA
Goya
09/01/2008
CARLOS Rivera
De la página de Carlos Rivera: Columnas de humo
Los días azules, acristalados y fríos de enero yo solía pasear, cuando era joven, por los desiertos campos de Mellaria y sentía, como no siento ahora, esa sensación de renacimiento que otorga al vivir la sabiduría de la ilusión, título, por cierto, de un libro de Rafael Argullol que he releído en las pasadas fechas navideñas. Especialmente me detuve, como cuando lo leí la primera vez, en la opinión de Argullol sobre las pinturas negras de Goya que a mí, en otro tiempo, tanto me impactaron. Este año se cumplen, precisamente, los doscientos de aquella nuestra guerra de la independencia frente a Napoleón que Goya inmortalizó en alguno de sus cuadros, como Los fusilamientos de la Moncloa . Goya en su infierno es el título del breve ensayo de Argullol en el libro que cito, La sabiduría de la ilusión . Entre los muy numerosos fantasmas y obsesiones de mi cerebro Goya ocupa un lugar especial, junto al Bosco, El Greco, Van Gogh y Louis Amstrong , la música clásica y los deleites del bel canto a los que suelo acudir cuando necesito que el poema que estoy escribiendo se digiera melódicamente en mi angustia existencial. De todas esas especies de obsesiones es Goya el que me atraviesa, me invade, se me aparece en sueños con sus esperpentos y sus pinturas negras que describen lo más selecto de las filias y fobias del ser de España. Mi Goya predilecto coincide con el diagnóstico de Malraux : él es el mejor exponente de la angustia de Occidente. Sin duda. Goya es la violencia en el arte en el mismo sentido que di a un viejo poema mío que llevaba una cita ("la destrucción es la cima") de un poeta francés, Yves Bonnefoix . Digo en ese poema que "es preciso destruir y destruir/hasta que todo sea el délfico recodo/del camino que siempre inicia el día". Obviamente, no lo escribo en ese sentido de violencia literal sino en ese otro sentido que siempre buscamos los poetas y los artistas, el perfeccionismo. No estamos nunca satisfechos ni con la palabra ni con el arte que nos han precedido. Cada nueva generación de artistas y poetas comparte la utopía de ser portadores de un génesis y aunque todos seamos herederos de una tradición artística y literaria a la que no renunciamos, nuestra utópica pretensión es alcanzar ese délfico recodo del camino de la obra nueva, única, aun a sabiendas de que nada hay nuevo bajo el sol.
Volviendo a Goya, uno de los más queridos fantasmas de mi cerebro, es no solo la violencia en el arte sino el gran exorcista de la España de su tiempo. Como plásticas greguerías al estilo Gómez de la Serna , Goya resumió en sus esperpentos, en sus bocetos trágicos y cómicos, en sus pinturas negras, la idiosincrasia de un país del que tuvo que exiliarse y no solo por motivos políticos. En su larga y negra historia este país al que tanto amamos y donde hemos nacido ha sido causa de tantos exilios interiores como exteriores. Salir fuera de España para respirar el aire fresco de la libertad. Toda una generación tuvo que tomar las de Villadiego cuando acabó la última y esperamos que definitiva de nuestras guerras civiles.
Solo que a veces no las tenemos todas con nosotros cuando contemplamos esas manifestaciones de obispos, curas y monjas gritando como posesos, como si la calle fuera un púlpito, contra unos supuestos ataques a la que ellos llaman familia cristiana, sin caer en la cuenta de que un Estado no confesional no puede legislar para la fe sino para todos los ciudadanos libres que, aunque no vayamos a misa, vivimos en familias que si corren algún peligro es el que proviene del oscurantismo político y religioso de otras épocas como la de Goya.
09/01/2008
CARLOS Rivera
De la página de Carlos Rivera: Columnas de humo
Los días azules, acristalados y fríos de enero yo solía pasear, cuando era joven, por los desiertos campos de Mellaria y sentía, como no siento ahora, esa sensación de renacimiento que otorga al vivir la sabiduría de la ilusión, título, por cierto, de un libro de Rafael Argullol que he releído en las pasadas fechas navideñas. Especialmente me detuve, como cuando lo leí la primera vez, en la opinión de Argullol sobre las pinturas negras de Goya que a mí, en otro tiempo, tanto me impactaron. Este año se cumplen, precisamente, los doscientos de aquella nuestra guerra de la independencia frente a Napoleón que Goya inmortalizó en alguno de sus cuadros, como Los fusilamientos de la Moncloa . Goya en su infierno es el título del breve ensayo de Argullol en el libro que cito, La sabiduría de la ilusión . Entre los muy numerosos fantasmas y obsesiones de mi cerebro Goya ocupa un lugar especial, junto al Bosco, El Greco, Van Gogh y Louis Amstrong , la música clásica y los deleites del bel canto a los que suelo acudir cuando necesito que el poema que estoy escribiendo se digiera melódicamente en mi angustia existencial. De todas esas especies de obsesiones es Goya el que me atraviesa, me invade, se me aparece en sueños con sus esperpentos y sus pinturas negras que describen lo más selecto de las filias y fobias del ser de España. Mi Goya predilecto coincide con el diagnóstico de Malraux : él es el mejor exponente de la angustia de Occidente. Sin duda. Goya es la violencia en el arte en el mismo sentido que di a un viejo poema mío que llevaba una cita ("la destrucción es la cima") de un poeta francés, Yves Bonnefoix . Digo en ese poema que "es preciso destruir y destruir/hasta que todo sea el délfico recodo/del camino que siempre inicia el día". Obviamente, no lo escribo en ese sentido de violencia literal sino en ese otro sentido que siempre buscamos los poetas y los artistas, el perfeccionismo. No estamos nunca satisfechos ni con la palabra ni con el arte que nos han precedido. Cada nueva generación de artistas y poetas comparte la utopía de ser portadores de un génesis y aunque todos seamos herederos de una tradición artística y literaria a la que no renunciamos, nuestra utópica pretensión es alcanzar ese délfico recodo del camino de la obra nueva, única, aun a sabiendas de que nada hay nuevo bajo el sol.
Volviendo a Goya, uno de los más queridos fantasmas de mi cerebro, es no solo la violencia en el arte sino el gran exorcista de la España de su tiempo. Como plásticas greguerías al estilo Gómez de la Serna , Goya resumió en sus esperpentos, en sus bocetos trágicos y cómicos, en sus pinturas negras, la idiosincrasia de un país del que tuvo que exiliarse y no solo por motivos políticos. En su larga y negra historia este país al que tanto amamos y donde hemos nacido ha sido causa de tantos exilios interiores como exteriores. Salir fuera de España para respirar el aire fresco de la libertad. Toda una generación tuvo que tomar las de Villadiego cuando acabó la última y esperamos que definitiva de nuestras guerras civiles.
Solo que a veces no las tenemos todas con nosotros cuando contemplamos esas manifestaciones de obispos, curas y monjas gritando como posesos, como si la calle fuera un púlpito, contra unos supuestos ataques a la que ellos llaman familia cristiana, sin caer en la cuenta de que un Estado no confesional no puede legislar para la fe sino para todos los ciudadanos libres que, aunque no vayamos a misa, vivimos en familias que si corren algún peligro es el que proviene del oscurantismo político y religioso de otras épocas como la de Goya.
12/10/08
8/10/08
29/9/08
"ESPEJOS" UNA HISTORIA CASI UNIVERSAL
EDUARDO GALEANO: "Todo depende de la mirada. Para una lombriz un plato de espagueti es una orgía. Hay muchas historias, ninguna es la única".
De niño le contaron en clase que Núñez de Balboa había sido "el primero" que, desde Panamá, vio a la vez los océanos Atlántico y Pacífico. Galeano levantó la mano: "¿Los indios que vivían allí eran ciegos?". Lo echaron de clase.....
Artículo publicado en El País por Javier Rodríguez Marcos
De niño le contaron en clase que Núñez de Balboa había sido "el primero" que, desde Panamá, vio a la vez los océanos Atlántico y Pacífico. Galeano levantó la mano: "¿Los indios que vivían allí eran ciegos?". Lo echaron de clase.....
Artículo publicado en El País por Javier Rodríguez Marcos
LAS PALABRAS SALEN A LA CALLE
HAY Festival de Segovia: Los escritores reúnen a 20.000 seguidores en el encuentro literario segoviano
25/9/08
21/9/08
14/9/08
13/9/08
A VECES ESTÁS TÚ Y A MÍ ME VALE
A VECES ESTÁS TÚ Y A MÍ ME VALE
Escrito por Angelusa en su blog "Cuaderno de poemas"
A veces tus silencios, tus poesías,
me hablan tan alto de tus cosas
que me dicen lo que callas con la voz
y me cuentan lo que escondes tras tu piel.
A veces las palabras que no existen
las inventas con un trazo azul marino,
y llegan hasta mí desde tu alma
percibiendo el matiz en cada letra.
A veces estás tú, y a mi me vale,
porque quiero imaginarte sonriendo.
Porque quiero sonreírte imaginando
que recibes este abrazo
que te mando
escondido
entre
las
líneas
del
poema.
TRISTEZA
Escrito por Angelusa en su blog Cuaderno de poemas
La tristeza es un hueco en el pecho por el que no fluye la sangre; una oquedad sin vida, una gruta desalmada, un dolor que nace en la respiración y se vuelve gris y huele a silencio.
La tristeza es un hueco en el pecho por el que no fluye la sangre; una oquedad sin vida, una gruta desalmada, un dolor que nace en la respiración y se vuelve gris y huele a silencio.
Es un verso perdido en medio de un temporal, sin rima ni sonoridad, sin a penas palabras, sin tinta, sin nada; un poema maldito que no se puede recitar.
Es un pozo de lodo, y en el fondo enterrados cadáveres de peces de colores, espectros andrajosos y famélicos, desvaídos y sucios, que no dejan de evocar una sensación que ya no existe… Aquella belleza que fue dejándome un surco en el alma por el que en este atardecer se me cuelan, hiriéndome, rescoldos de melancolía.
11/9/08
EL MISMO POEMA
De Felipe Sérvulo en su blog "Inventario de silencios"
Llegará otro aliento,
la voz enronquecida
y el tiempo que mueve
y mata la tarde. Llegará
otro silencio
como carne viva.
Y entonces, ya no estarás.
O estarás lejos.
Porque había otro camino
y otro recuerdo.
Como el mismo río
que siempre pasa
y otra calle.
El mismo poema
que ronda, que se repite.
Y te hace eterna.
4/9/08
LOS TENACES E INOPORTUNOS HUÉSPEDES
LOS TENACES E INOPORTUNOS HUÉSPEDES
Felipe Sérvulo. De su blog "Así me lo contaron"
Ocurre que un día te apercibes que las palabras, los recuerdos, los atardeceres o el color de unos ojos, no se borran. Perduran más allá del mero encuentro y se adhieren a ti como esos tatuajes tan de moda, los cuales debes llevar a donde quiera que vayas.Pero a diferencia de los tatuajes, esos eventos, esas sensaciones, esas luces... se absorben por la epidermis, traspasan los músculos, los huesos y se alojan en el tuétano, en los sesos; con la particularidad de que no han pedido permiso para invadir tanta intimidad. Ruidosos y desvergonzados, rebrotan en los lugares más inoportunos, al principio con cierta timidez para, poco a poco, hacerse molestos e insistentes hasta que consiguen irritarte.Entonces, le abres la puerta para que se vayan por donde vinieron, pero fracasas tantas veces como lo intentas. Los huéspedes, los tenaces e inoportunos huéspedes, permanecen a tu pesar, descubriendo un buen día, con cierto estupor, que son parte inseparable de ti, como tu pelo, tus años, o tus ojos.En esta situación te preguntas qué puedes hacer para que no invadan la totalidad del recinto. Se impone cierta cordura y llegas a un pacto: ellos no se harán muy insistentes y agobiantes y, en contrapartida, tú serás el que los muestre al mundo exterior, el que los presente a los familiares más queridos, a los amigos más íntimos... y más adelante, si perdura el trato, les presentarás a conocidos y compañeros de trabajo. Incluso, a gente desconocida, pues te has dado cuenta que esa relación tiene, al menos, algo bueno: te hace más audaz y con la excusa de darlos a conocer, te topas con personas que nunca hubieras pensado contactar con ellas.
Personas, en general, bondadosas, que se hacen amigos tuyos y un buen día te confiesan que ellos también tienen ese problema anidando en su interior, pero pasado el tiempo, - es un consuelo - se han acostumbrado a convivir con él y, en algunos casos, sólo en algunos casos, han llegado a ser felices.A menudo, estas gentes te hablan, a su vez, de otras personas con el mismo problema y te informan que son conocidos por la sociedad con el nombre de poetas te hablan de que existe otro espécimen parecido: los escribidores de versos, pero a diferencia de los poetas, estos nunca llegan a amar a los huéspedes, a lo más los exhiben rodeados de ropajes hueros y académicos, hasta ridiculizarlos.Cuando oyes estas cosas se hace la luz y acabas entendiéndolo todo: ¡era la poesía!, el origen de la turbación.Así, todo tiene ahora sentido: las sierras que iluminan, las acuarelas de nácar, la música de las verbenas, los veranos antiguos, el olor a rastrojo y matalahúga, los azules, la soledad, la retama, los vidrios encendidos, el alféizar preñado de geranios, los vencejos libres venciendo al viento, la luz fugacísima de la mañana, los vacíos, la sencilla geometría de las flores, los surcos del rostro, la penumbra...Y el millón de historias, de la infinita ciudad.
LAS TROYANAS
'Las troyanas' de Mario Gas. Por Ian Gibson en El Periódico
• La obra de Eurípides provoca rechazo por la brutalidad humana: es teatro del bueno, teatro necesario
• La obra de Eurípides provoca rechazo por la brutalidad humana: es teatro del bueno, teatro necesario
26/8/08
24/8/08
11/8/08
EN EL MIDI FRANCÉS
Ella es del país de Gales, él alemán sin nacionalidad. Ella es bella aún, él te abraza con su mirada. Ella habla el español, además de inglés y el francés de donde habita. Él alemán, inglés y supongo que el francés. Ella domina el arte de los diccionarios, de las frases esforzadas y el origen de las palabras. Él solo habla inglés, cuando abre la boca. Ella no la cierra. Él nos ponía vino y agua. Ella deliciosas mermeladas. Él era huérfano, ella abandonada. Él no hablaba de ellos. Ella hablaba de los dos. Él era artista, ella trabajadora. Él autodidacta, ella no sabía que lo era. Él era hijo del holocausto, ella de la desesperación. Él nos enseñó sus obras, a ella le salían por los poros. Los dos tenían siete nietos. Lejos. Los dos seguían casados, casi dos meses al año. Al marchar, ella dijo: Volved, él nos abrazó con su mirada. Nosotras con nuestros brazos.
3/8/08
31/7/08
Berto, de Pedro Orgambide
Berto, de Pedro Orgambide
De la página de Carlos Rivera: Relatos
"Cuando tengas que elegir entre varios caminos, elige siempre el camino del corazón. Quien elige el camino del corazón no se equivoca nunca". Proverbio sufí
Solo cuando estaba muy borracho, Berto recordaba las colinas de Italia.
Entonces sí hablaba en su idioma y maldecía su suerte.
Porca miseria...etc...etc...
Pero eso ocurría rara vez.
Los otros días, con sus correspondientes noches y madrugadas, Berto podría vivir aliviado de recuerdos.
Bastante tenía con su trabajo. Que lo dejaran de joder con Italia....
Eso es lo que decía Berto, cuando una o dos veces por año, recibía carta de sus familiares a lo que no veía hacía medio siglo.
Ni falta que hace, decía Berto, cuando su mujer le pedía que escribiese.
A Berto no le gustaba escribir.
El lápiz le hacía doler los callos de los dedos.
¡Merda, me duele!, decía y tiraba el lápiz por la ventana de la cocina de madera.
Su mujer no insistía. Traía el pan, el vino y la polenta.
Después, cuando su marido se dormía, trataba de descifrar las palabras.
Cansada, apagaba el velador.
Quería imaginar otro país, otro olor que no fuera el de la cocina y la pieza y el cuerpo de Berto.
No podía.
A las tres, Berto se levantaba de un salto, llenaba la habitación con sus resoplidos y puteadas y salía al patio para lavarse en la pileta.
Un rato después estaba en el corralón y a la hora en su carro de feriante, metiendo ruido con sus fierros.
Berto, Berto, Berto, ahí viene Berto, decían, porque Berto era el rey de la feria, un espectáculo que crecía a medida que el sol iluminaba la calle rebosante de carnes y de frutas y de chicos ladrones y mujeres.
Porque a Berto le gustaba la feria.
Le gustaba gritar de puesto a puesto, hacerse el payaso con su delantal, ponerse el gorrito sobre los ojos, colocarse una flor en la oreja.
Cuando no trabajaba, Berto perdía la alegría.
Los domingos visitaba a sus hijas y a sus yernos, devoraba en silencio sus tallarines, eructaba y se iba al boliche a jugar a la murra...
¡E uno, e due...e tre! Gritaba Berto y extendía su mano buscando la suerte o la alegría ...o la vida que se le escapaba de las manos.
Entonces bebía...un vaso...otro y otro...
y cuando estaba muy borracho, entonces sí recordaba las colinas de Italia.
Fue un día así cuando llegó la carta.
La leyó una vez, luego otra...y una vez más todavía.
A pesar de la borrachera no podía dormirse.
¿Malas noticias?, preguntó la mujer.
Berto no contestó.
La mujer se tapó la cabeza con la almohada y él seguía leyendo: las mismas palabras, cada letra, hasta que la carta quedó en algún lugar del cerebro de Berto...y permaneció allí durante un día y otro y un mes y otro.
Un domingo, después de los tallarines, mientras se pasaba minuciosamente escarbadientes, Berto anunció a su familia:
Me ne vado Italia.
No dijo por qué, a Berto no le gustaba dar explicaciones.
Otro domingo, agregó:
Ha morto el tío Nicola. Me dejó una casa frente al mare...frente al mar.
Berto no es el de antes, decían en la feria.
Pero a Berto le importaban poco las opiniones de la gente. Sólo pensaba en su casa frente al mar.
Soñaba con ella y también con las colinas y también con su madre.
Y ya no hacía falta que estuviese borracho para que hablara en italiano.
Las viejas palabras volvían a su memoria.
¿Qué me decís, Berto?, le preguntaba su mujer sin entenderlo y pensaba que su Berto se había vuelto loco.
Pensaba que los viejos son así, que hablan solos, como los locos, sobre todo cuando reciben una carta que los aleja de su familia.
Por eso no se entristeció cuando Berto subió al barco.
Y no se sorprendió mucho cuando llegó la carta en la que le comunicaban que Berto había muerto un día después de su llegada, y a unos pasos de la casa frente al mar.
*www.elortiba.org/orgamb.html
29/7/08
VERANO
Verano
Joan Barril en El Periódico
El sol, un limón. La luna, una rodaja de berenjena. Arena fina en el fondo del lecho.
24/7/08
23/7/08
POETAS REUNIDOS
SILENCIA: POETES I CANTAUTORS EN CONCERT PER LA LLIBERTAT D'EXPRESSIÓ
El concierto fue precioso. Les dedico unas palabras a esos poetas (los cantautores son para mí poetas, también) con mi felicitación.
POETAS REUNIDOS
Poetas reunidos,
soberbios, humildes,
hombres y mujeres,
mostráis sentimientos
y los hacéis de todos,
tan nuestros.
Poetas juntos por la palabra
y el derecho a usarla,
poetas unidos en
por
la libertad de expresión.
Palabras de encuentros,
de risas y de cabreos.
de amores y desamores,
poetas nuestros.
Revindicáis la palabra,
la vuestra, la nuestra,
la de las cárceles,
las de los miedos.
Gracias por uniros,
vosotros, tan solos,
vosotros, tan vuestros,
hoy salís al mundo
y nos hacéis partícipes
de la libertad de vuestra palabra.
Vuestro gesto
os acerca,
nos acerca,
nos libera.
Que así sea.
22/7/08
EL RAYO VERDE
EL RAYO VERDE
CARLOS RIVERA
A Beatriz Rivera Polo
Mi abuela Carmen, que era tan fabuladora como la abuela de García Márquez, me contaba de niño la historia del rayo verde, rarísimo fenómeno meteorológico que, en medio de un nublado o con el día azul, podría aparecer sobre los cielos como la fracción de un relámpago de un verde nunca visto ni en los retoños de las plantas, ni en la paleta de pintor alguno, ni en los mares de Cozumel, ni en las hojas de los árboles de Francis Ponge. Mi abuela lo había contemplado de niña sobre los cielos de La Coronada, en un día de junio ni muy claro ni muy nubloso, uno de esos días de transición al verano desde la primavera fugitiva. Según decía ella, fue visto y no visto en su duración infinitesimal, pero a mi abuela se le había quedado la mirada encinta de una felicidad inumerable. Ella me hablaba del rayo verde como de una nostalgia transterrada y aun se sentía dichosa de un recuerdo tan fugaz.
Solía contarme que ni en un receso de la lluvia, tan escasa en mi aldea, había jamás hallado en los siete colores del arcoiris un color tan indeterminadamente bello y esplendoroso. Y al morirse, según me refirió mi padre, en el último destello de su mirada se produjo un resplandor vivísimo como si hubiera vuelto a contemplar, en un lúcido instante, el rayo verde que yo jamás he visto.
No he creído nunca que fuera una de esas amables patrañas con las que la abuela Carmen endulzó mi infancia y las de mis hermanos y mis primas, porque cuando contaba lo de la aparición del rayo verde se transfiguraba su rostro y sus palabras sonaban como suena la música de los Cuentos de Hoffman al visitar los bosques de la Selva Negra, una experiencia irrepetible. Muchos años después, en mi amor por la literatura, leyendo un relato de la escritora mejicana Elena Poniatoswka, encontré una descripción semejante a la de la historia de mi abuela (revista “Vuelta”, octubre 1.979). A ella le habían contado que algunas tardes, en el océano Pacífico, podía contemplarse la maravillosa aparición, sólo que había que prestar una capacidad de atención increíble, dado que el rayo verde era huidizo y se escapaba en un parpadeo, tal como la rosa que en el sueño de Coleridge escribió Borges que había encontrado la prueba irrefutable de la existencia del paraíso.
Ni en los libros, ni en las montañas, ni en las playas, he podido alcanzar a ver esa relampagueante visión del rayo verde. Ni siquiera en los textos de astronomía, incluyendo al popular de Flanmarión, he conseguido hallar indicio alguno de tan extraño fenómeno meteorológico. Me he preguntado siempre en qué lugar exacto de mis sueños se encuentra esa alucinación que heredé de mi abuela Carmen y de la que siempre se han reído mis hermanos, mis amigos, mi hijo y hasta la propia compañera de mi existencia en los últimos veintidos años. Tal vez ha sido una de las muchas iluminaciones de una infancia que, si no fue perfecta, si fue como un fulgor avivado por los sueños de los cuentos orales y las lecturas de los maravillosos cuentistas del pasado. Hay en mi ser adulto todavía un rescoldo de ilusión que, a pesar de mis muchos escepticismos, mantiene intacta esa no presencia del rayo verde que sigue alimentando mi existencia anodina. En la semana luminosa de los Reyes Magos me gusta observar en la mirada mágica de los niños pequeños ese maravillado encantamiento que solía embriagar a Gabriela Mistral en el Valle de Elquí o en el Valle del Río Blanco, donde nace el Aconcagua, al amanecer el día 6 de enero. O recordarme a mi mísmo en la noche de la víspera, desfilando en la cabalgata de la ilusión de una nube en la que aparecía el rayo verde, dádiva de las dádivas del reino de la felicidad. En un mundo tan absolutamente materializado ya no hay abuelas como mi abuela Carmen que me contaba cuentos que todavía me creo, prodigios, como el del rayo verde, que alimentan como la flor del aire, otra historia que un día contaré. Aun imploro el milagro de vivir la visión de ese rayo fantástico que debe aparecer, aunque sea en el último acto de mi vida, en el centro de un resplandor.
De "Relatos", en la PÁGINA DE CARLOS RIVERA
20/7/08
19/7/08
CUENTO UN CUENTO
Cuento un cuento, de Laura Devetach
Hace muchos años, cuando yo vivía en Reconquista, allá por el norte de Santa Fe, había llovido muchísimo.
Tanto había llovido que los caminos de tierra parecían flanes, gelatinas, cintas de sopa negra.
Nosotros teníamos que ir a otro pueblo y, como los colectivos se empantanaban en los flanes, las gelatinas y las sopas negras, había que viajar en tren. Aquellos trenes comían paladas de carbón, soltaban un humo negro que hacía bellos dibujos.
Empezaban las ruedas a traquetear sobre las vías
chu–cu–chúchu–cuchúchu–cuchú
chucuchú
cuchichú
chucuchú
chucuchú...
y un silbido largo acompañaba al humo que se desflecaba como una cabellera PFUIIiiii PFUiiii...
Primero era lindo, novedoso, vertiginoso. Pero después...
Venían largas paradas misteriosas. El tren se empacaba en medio del campo, como si obedeciera al capricho de algún Dios.
Las vacas de los campitos se cansaban de mirarnos y el guarda contestaba "¿Quién sabe?" a cualquier pregunta que se le hiciera.
Después de un montón de tiempo el frío era más frío y empezaba a faltar el agua y la comida. Y eso que siempre llevábamos una caja de zapatos con pollo, pan y manzanas. O milanesas y dulce de membrillo. Pero había que convidar y éramos muchas personas.
Los grandes comentaban sobre el estado de los caminos, la creciente del Paraná y si habría o no cosecha de algodón.
Después rezongaban, qué barbaridad, el gobierno.Después se iban quedando callados.
Y a mí empezaba a darme sueño, tristeza y una rabia...De pronto el tren caminaba de nuevo.
La gente se miraba sonriendo, acomodándose, menos mal.
Y yo escuchaba el lenguaje de las ruedas.
A veces decían:
Che–qué–chica
che–qué–chica
chequechica
chequechica
chequechi...
Otras veces decían:
Cinco pesos
poca plata
cinco pesos
poca plata
cincopesos
pocaplata
cincopesos
pocapla...
Pero un día espantoso y embarradísimo las ruedas no dijeron nada a pesar de ir rodando, la lluvia entraba por las ventanillas y yo pensaba que nunca más iba a salir el sol.
Entonces, una viejita de pañoleta que venía con una canasta me dijo, como leyéndome el pensamiento:
—¿Sabés lo que dice el tren hoy? dice:
Tres–pre–gun–tas
tres–pre–gun–tas
tres–pre–gun–tas...
A ver, a ver, preguntemos tres preguntas de ésas que no se preguntan nunca.
Y yo:
—¿Los perros quieren decir que no, cuando mueven la cola?
Y ella:
—¿Quién habrá inventado el agujero del mate?
Y yo:
—Cuando los trenes silban, ¿quién les contesta?
Entre las dos hicimos más de tres preguntas.
Después escuchamos de nuevo las ruedas del tren, y decían:
Cuento un cuento
cuentouncuento
cuentoun...
También decían:
Mecontaron y te cuento
mecontaronytecuento
mecontarony...
Y ella me contó más de un cuento y yo le conté los cuentos que sabía.
Y salió el sol.
Por suerte conocí muchas viejas preguntonas, muchos trenes, hice viajes, y resultó lindo eso de escuchar y a veces callar, sólo callar para que las voces de algunas cosas llegaran.
Ahora, como mi vieja de pañoleta, cuando viajo, escucho qué cosas dicen las ruedas, la gente. Y si se da la ocasión cuentouncuento, cuentouncuento, cuentoun...
(Referencia: Relatos, de la página de Carlos Rivera)
13/7/08
LOS CUENTOS DE PABLO
"Vilardevoz es un proyecto comunicacional participativo que funciona desde 1997 en el Centro Diurno del Hospital Psiquiátrico Vilardebó, en la ciudad de Montevideo - Uruguay Actulamente es llevado adelante con la participación de pacientes internos y ambulatorios del Hospital y un equipo formado por estudiantes, docentes y egresados de las Facultades de Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de la República. Uno de sus objetivos es habilitar la circulación de un discurso históricamente silenciado, rehcazado, encerrado y particularmente hablado por otros, entendido que se juega en ello el derecho inalienable a la comunicación"
6/7/08
2/7/08
DECÁLOGO DEL PERFECTO CUENTISTA
"Decálogo del perfecto cuentista", de Horacio Quiroga*Referencia : www.monografias.com/trabajos/horacioquiroga/horacioquiroga.shtml
I : Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.
II : Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III : Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.
IV : Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V : No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI : Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII : No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII : Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX : No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.
X : No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.
(Referencia: La página de Carlos Rivera)
I : Cree en un maestro —Poe, Maupassant, Kipling, Chejov— como en Dios mismo.
II : Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
III : Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.
IV : Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
V : No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
VI : Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
VII : No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
VIII : Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
IX : No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.
X : No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.
(Referencia: La página de Carlos Rivera)
29/6/08
CONTAR CUENTOS
"No hay mejor ejemplo que 'Las mil y una noches' para explicar la razón de ser de la ficción en la vida de los seres humanos. La literatura es un permanente desagravio contra los infortunios". Mario Vargas Llosa
15/6/08
"QUIERO ESCRIBIR, PERO ME SALE ESPUMA..."
Lorenzo Helguero
"Quiero escribir, pero me sale espuma…"
César Vallejo
Escribe con la punta del zapato,
escribe lo que sea, pero escribe,
escribe con el puño, en arrebato
de sapiente animal: almuerza y vive.
Mide –opcional– la sílaba y la rima
y ordena como quieras tu estructura,
llega de un salto a la alcanzable cima
de la alada palabra que fulgura.
Mira voraz, y sensualmente toca
la palabra; colócala en tu boca
y engúllela sin sal y con la pluma.
Escribe, aunque incomode el nuevo modo
escribe con la frente y con el codo:
poeta, escribe, y que te salga espuma.
Lorenzo Helguero. Lima, 1969. Estudió Lingüística y Literatura en la Universidad Católica de Perú. Primer Premio de Poesía en los Juegos Florales de la Universidad Católica (1991). Ha publicado los poemarios Sapiente lengua y Boletos (1993), Beissán o el abismo (1996), El amor en los tiempos del cole (2000) y Poeta en Washington D.C. (2004). Uno de los primeros en destacar en la llamada generación poética peruana del noventa. Se desenvuelve por la antipoesía, la ironía, y la vuelta a la tradición.
Extraído de la página de Carlos Rivera : Poesía joven de Perú.Textos y selección de Ricardo Venegas
14/6/08
CERO
FUMARADAS
Cero
CARLOS Rivera
De las bellas y bíblicas ciudades libanesas de Tiro y de Sidón ha quedado en los ojos de la Historia un panorama de ceniza. Ante estas situaciones el poeta es como un pájaro ciego que al contemplar tanta ruina y tanta ruindad es consciente de que los dioses sitúan a los hombres en un lugar determinado y, al día siguiente, soplan y lo destruyen, como en el cuento de “Los tres cerditos”. La sangre seca de las luchas eternas y épicas de la Biblia da testimonio, una vez más, de que la guerra, esa barbarie infinita, siempre está comenzando en las vagas patrañas de las ideologías. Ante este panorama ¿quién puede señalar, con la determinación del verbo, la esperanza del futuro?.
Schiller, al escribir el “Himno a la alegría”, tuvo esa esperanza, afirmando la victoria de una humanidad reconciliada y feliz ante las fuerzas de las sombras. El poema de Schiller al que Beethoven puso música es un diálogo de la tolerancia, aunque su uso indiscriminado permita a un aviador de Israel escucharlo en sordina mientras siembra de bombas el paisaje donde nacen y crecen como un símbolo de paz los hermosos cedros del Líbano. Imaginándolo así desde mi orilla de Mainake el poema de Schiller, la música de Beethoven son una invitación al llanto.
Un poeta español del exilio, Pedro Salinas, escribió su poema “Cero” sobre la hecatombe producida por el lanzamiento de una bomba gigantesca, anticipándose en el tiempo a la certidumbre histórica de lo que ocurrió en Hiroshima y Nagasaki. El poema de Schiller, como el poema de Salinas, se convirtieron, sin pretenderlo, en intuiciones de genocidio o en excusas morales de los discursos épicos. La partitura de las “Walkirias”, ejecutada bajo un diluvio de napalm en la película de Coppola “Apocalipsis now” parecía suavizar, como un exorcismo, la magnitud de la destrucción. Sólo los hombres somos capaces de tejer con los hilos de la belleza y de la muerte ese vestido diabólico de la barbarie de las guerras que continúan ocurriendo al otro lado de la pantalla de nuestra vida cotidiana sin que se nos indigeste la temporada de vacaciones. Es una costumbre que ya no duele y bien lo dijo Horacio, el poeta latino : “si quieres que yo llore, primero te tiene que doler a ti”. ¿A quién le duelen Irak, Afganistán, el Líbano, la hambruna de Mali, el paisaje desesperado de las pateras que siguen llegando a nuestras costas mientras la gente se relaja, se dora y come sardinas en los chiringuitos?. Sólo a los poetas, que conservamos una cierta inocencia en nuestra mirada interior, nos duele, más que las bombas y las víctimas civiles de todas las guerras, ese estado de amnesia general que parece haberse decretado desde el principio de los tiempos por la muerte y el sufrimiento ajenos. No sirve de nada que nos lamentemos, cierto es, pero de alguna manera hemos de seguir escribiendo y lamentándonos ante tantos paisajes de la desolación. Las nulas simpatías que nos despierta la política norteamericana no puede evitar que sigamos sintiendo cierta nostalgia por las Torres Gemelas reducidas a ceniza por el fanatismo islámico. Como sentimos una nostalgia dolorosa por lo que un día ocurrió donde los cedros del Líbano, cuando lo de Sabra y de Chatila, un epílogo humano que nos sigue doliendo. Es el eterno paisaje de la historia de la humanidad, en cualquier lugar donde la guerra y el fanatismo nos recuerden lo que Nizzar Kabbani, el poeta iraquí, nos resumió en unos versos a propósito de la guerra de junio de 1967 entre los árabes y los israelitas : “El escenario ha ardido en sus cimientos-pero aún no murieron los actores”.
Texto extraído de la página de Carlos Rivera
Cero
CARLOS Rivera
De las bellas y bíblicas ciudades libanesas de Tiro y de Sidón ha quedado en los ojos de la Historia un panorama de ceniza. Ante estas situaciones el poeta es como un pájaro ciego que al contemplar tanta ruina y tanta ruindad es consciente de que los dioses sitúan a los hombres en un lugar determinado y, al día siguiente, soplan y lo destruyen, como en el cuento de “Los tres cerditos”. La sangre seca de las luchas eternas y épicas de la Biblia da testimonio, una vez más, de que la guerra, esa barbarie infinita, siempre está comenzando en las vagas patrañas de las ideologías. Ante este panorama ¿quién puede señalar, con la determinación del verbo, la esperanza del futuro?.
Schiller, al escribir el “Himno a la alegría”, tuvo esa esperanza, afirmando la victoria de una humanidad reconciliada y feliz ante las fuerzas de las sombras. El poema de Schiller al que Beethoven puso música es un diálogo de la tolerancia, aunque su uso indiscriminado permita a un aviador de Israel escucharlo en sordina mientras siembra de bombas el paisaje donde nacen y crecen como un símbolo de paz los hermosos cedros del Líbano. Imaginándolo así desde mi orilla de Mainake el poema de Schiller, la música de Beethoven son una invitación al llanto.
Un poeta español del exilio, Pedro Salinas, escribió su poema “Cero” sobre la hecatombe producida por el lanzamiento de una bomba gigantesca, anticipándose en el tiempo a la certidumbre histórica de lo que ocurrió en Hiroshima y Nagasaki. El poema de Schiller, como el poema de Salinas, se convirtieron, sin pretenderlo, en intuiciones de genocidio o en excusas morales de los discursos épicos. La partitura de las “Walkirias”, ejecutada bajo un diluvio de napalm en la película de Coppola “Apocalipsis now” parecía suavizar, como un exorcismo, la magnitud de la destrucción. Sólo los hombres somos capaces de tejer con los hilos de la belleza y de la muerte ese vestido diabólico de la barbarie de las guerras que continúan ocurriendo al otro lado de la pantalla de nuestra vida cotidiana sin que se nos indigeste la temporada de vacaciones. Es una costumbre que ya no duele y bien lo dijo Horacio, el poeta latino : “si quieres que yo llore, primero te tiene que doler a ti”. ¿A quién le duelen Irak, Afganistán, el Líbano, la hambruna de Mali, el paisaje desesperado de las pateras que siguen llegando a nuestras costas mientras la gente se relaja, se dora y come sardinas en los chiringuitos?. Sólo a los poetas, que conservamos una cierta inocencia en nuestra mirada interior, nos duele, más que las bombas y las víctimas civiles de todas las guerras, ese estado de amnesia general que parece haberse decretado desde el principio de los tiempos por la muerte y el sufrimiento ajenos. No sirve de nada que nos lamentemos, cierto es, pero de alguna manera hemos de seguir escribiendo y lamentándonos ante tantos paisajes de la desolación. Las nulas simpatías que nos despierta la política norteamericana no puede evitar que sigamos sintiendo cierta nostalgia por las Torres Gemelas reducidas a ceniza por el fanatismo islámico. Como sentimos una nostalgia dolorosa por lo que un día ocurrió donde los cedros del Líbano, cuando lo de Sabra y de Chatila, un epílogo humano que nos sigue doliendo. Es el eterno paisaje de la historia de la humanidad, en cualquier lugar donde la guerra y el fanatismo nos recuerden lo que Nizzar Kabbani, el poeta iraquí, nos resumió en unos versos a propósito de la guerra de junio de 1967 entre los árabes y los israelitas : “El escenario ha ardido en sus cimientos-pero aún no murieron los actores”.
Texto extraído de la página de Carlos Rivera
5/6/08
4/6/08
PESADILLA AZUL
PESADILLA AZUL
Me despierto, miro alrededor y
creo que me he equivocado, que
aún sigo durmiendo, mejor soñando,
porque todo es azul.
Las paredes, las sábanas, mi libro,
El burro catalán de mis zapatillas,
El espejo... mi cara,
El cabello, el pijama.
Salgo a la calle vestida de azul,
Con el cabello y seguramente, también,
La sangre azul. Miro a la gente
Y me mira con mirada azul.
Miro mis montañas en busca del verde,
Inútilmente.... Voy al mercado y compro
Carne azul y pescado azul y tomates azules.
¡Ya nada es como antes, tampoco las palabras!
Y mientras vuelvo sobre mis pasos azules
Pienso... -no se si en azul- en qué voy a hacer
Sin los demás colores.
Me despierto, miro alrededor y
creo que me he equivocado, que
aún sigo durmiendo, mejor soñando,
porque todo es azul.
Las paredes, las sábanas, mi libro,
El burro catalán de mis zapatillas,
El espejo... mi cara,
El cabello, el pijama.
Salgo a la calle vestida de azul,
Con el cabello y seguramente, también,
La sangre azul. Miro a la gente
Y me mira con mirada azul.
Miro mis montañas en busca del verde,
Inútilmente.... Voy al mercado y compro
Carne azul y pescado azul y tomates azules.
¡Ya nada es como antes, tampoco las palabras!
Y mientras vuelvo sobre mis pasos azules
Pienso... -no se si en azul- en qué voy a hacer
Sin los demás colores.
22/5/08
21/5/08
AÑOS
Años
de Cesare Pavese
De lo que era yo entonces no queda nada: apenas hombre, era aún un crío. Lo sabía hacía tiempo, pero todo ocurrió a finales del invierno, una tarde y una mañana. Vivíamos juntos, casi escondidos, en una habitación que daba a una avenida. Silvia me dijo esa noche que tenía que irme, o irse ella: ya no teníamos nada que hacer juntos. Le supliqué que dejara que probásemos de nuevo; estaba acostado a su lado y la abrazaba. Ella me dijo: -¿Con qué finalidad? -Hablábamos en voz baja, a oscuras.
Luego Silvia se durmió y yo tuve hasta la mañana una rodilla pegada a la suya. Apareció la mañana como había aparecido siempre, y hacía mucho frío; Silvia tenía el pelo sobre los ojos y no se movía. En la penumbra yo miraba pasar el tiempo, sabía que pasaba y corría, y que afuera había niebla. Todo el tiempo que había vivido con Silvia en aquella habitación era como un solo día y una noche, que ahora terminaba por la mañana. Entonces comprendí que nunca volvería a salir conmigo entre la niebla fresca. Era mejor que me vistiera y me marchase sin despertarla. Pero ahora tenía en la cabeza una cosa que preguntarle. Esperé, intentando adormilarme.
Cuando estuvo despierta, Silvia me sonrió. Seguimos hablando. Ella dijo: -Es bonito ser sinceros, como nosotros. -¡Oh, Silvia! -susurré-, ¿qué haré al salir de aquí? ¿Adónde iré? Era eso lo que tenía que preguntarle. Sin apartar la nuca del almohadón, ella sonrió de nuevo, beatífica. -Bobo -dijo-, irás a donde quieras. ¿No es hermoso ser libre? Conocerás a muchas chicas, harás todas las cosas que quieras. Te envidio, palabra. Ahora la mañana llenaba el cuarto y sólo había un poco de calor en la cama. Silvia esperaba paciente. -Tú eres como una prostituta -le dije- y siempre lo has sido. Silvia no abrió los ojos. -¿Estás mejor ahora que lo has dicho? -me dijo. Entonces me quedé como si ella no estuviera, y miraba al techo y lloraba sin ruido. Las lágrimas me llenaban los ojos y corrían sobre la almohada. No valía la pena que se diera cuenta.
Mucho tiempo ha pasado, y ahora sé que aquellas lágrimas mudas fueron la única cosa de hombre que hice con Silvia; sé que lloraba no por ella sino porque había entrevisto mi destino. De lo que era yo entonces no queda nada. Queda sólo que había comprendido quién sería en el futuro. Luego Silvia me dijo: -Ya basta. Tengo que levantarme. Nos levantamos juntos, los dos. No la vi vestirse. Estuve pronto en pie, a la ventana; y miraba vislumbrarse las plantas. Detrás de la niebla estaba el sol, el sol que tantas veces había entibiado el cuarto. También Silvia se vistió pronto, y me preguntó si no me llevaba mis cosas. Le dije que primero quería calentar el café, y encendí el hornillo. Silvia, sentada al borde de la cama, se puso a arreglarse las uñas. En el pasado se las había arreglado siempre en la mesa. Parecía abstraída y el pelo le caía continuamente sobre los ojos. Entonces daba sacudidas con la cabeza y se liberaba. Yo deambulé por el cuarto y recogí mis cosas. Hice un montón sobre una silla y de repente Silvia saltó en pie y corrió a apagar el café que se derramaba. Luego saqué la maleta y metí las cosas. Mientras tanto, por dentro me esforzaba por recoger todos los recuerdos desagradables que tenía de Silvia: sus futilidades, sus malos humores, sus frases irritantes, sus arrugas. Eso me llevaba de su cuarto. Lo que dejaba era una niebla. Cuando hube acabado, el café estaba listo. Lo tomamos de pie, junto al hornillo. Silvia dijo algo, que ese día iría a ver a un tipo, a hablar de un asunto. Poco después dejé la taza y me marché con la maleta. Afuera la niebla y el sol cegaban.
*www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ita/pavese/cp.htm
Extraído de la página de Carlos Rivera
de Cesare Pavese
De lo que era yo entonces no queda nada: apenas hombre, era aún un crío. Lo sabía hacía tiempo, pero todo ocurrió a finales del invierno, una tarde y una mañana. Vivíamos juntos, casi escondidos, en una habitación que daba a una avenida. Silvia me dijo esa noche que tenía que irme, o irse ella: ya no teníamos nada que hacer juntos. Le supliqué que dejara que probásemos de nuevo; estaba acostado a su lado y la abrazaba. Ella me dijo: -¿Con qué finalidad? -Hablábamos en voz baja, a oscuras.
Luego Silvia se durmió y yo tuve hasta la mañana una rodilla pegada a la suya. Apareció la mañana como había aparecido siempre, y hacía mucho frío; Silvia tenía el pelo sobre los ojos y no se movía. En la penumbra yo miraba pasar el tiempo, sabía que pasaba y corría, y que afuera había niebla. Todo el tiempo que había vivido con Silvia en aquella habitación era como un solo día y una noche, que ahora terminaba por la mañana. Entonces comprendí que nunca volvería a salir conmigo entre la niebla fresca. Era mejor que me vistiera y me marchase sin despertarla. Pero ahora tenía en la cabeza una cosa que preguntarle. Esperé, intentando adormilarme.
Cuando estuvo despierta, Silvia me sonrió. Seguimos hablando. Ella dijo: -Es bonito ser sinceros, como nosotros. -¡Oh, Silvia! -susurré-, ¿qué haré al salir de aquí? ¿Adónde iré? Era eso lo que tenía que preguntarle. Sin apartar la nuca del almohadón, ella sonrió de nuevo, beatífica. -Bobo -dijo-, irás a donde quieras. ¿No es hermoso ser libre? Conocerás a muchas chicas, harás todas las cosas que quieras. Te envidio, palabra. Ahora la mañana llenaba el cuarto y sólo había un poco de calor en la cama. Silvia esperaba paciente. -Tú eres como una prostituta -le dije- y siempre lo has sido. Silvia no abrió los ojos. -¿Estás mejor ahora que lo has dicho? -me dijo. Entonces me quedé como si ella no estuviera, y miraba al techo y lloraba sin ruido. Las lágrimas me llenaban los ojos y corrían sobre la almohada. No valía la pena que se diera cuenta.
Mucho tiempo ha pasado, y ahora sé que aquellas lágrimas mudas fueron la única cosa de hombre que hice con Silvia; sé que lloraba no por ella sino porque había entrevisto mi destino. De lo que era yo entonces no queda nada. Queda sólo que había comprendido quién sería en el futuro. Luego Silvia me dijo: -Ya basta. Tengo que levantarme. Nos levantamos juntos, los dos. No la vi vestirse. Estuve pronto en pie, a la ventana; y miraba vislumbrarse las plantas. Detrás de la niebla estaba el sol, el sol que tantas veces había entibiado el cuarto. También Silvia se vistió pronto, y me preguntó si no me llevaba mis cosas. Le dije que primero quería calentar el café, y encendí el hornillo. Silvia, sentada al borde de la cama, se puso a arreglarse las uñas. En el pasado se las había arreglado siempre en la mesa. Parecía abstraída y el pelo le caía continuamente sobre los ojos. Entonces daba sacudidas con la cabeza y se liberaba. Yo deambulé por el cuarto y recogí mis cosas. Hice un montón sobre una silla y de repente Silvia saltó en pie y corrió a apagar el café que se derramaba. Luego saqué la maleta y metí las cosas. Mientras tanto, por dentro me esforzaba por recoger todos los recuerdos desagradables que tenía de Silvia: sus futilidades, sus malos humores, sus frases irritantes, sus arrugas. Eso me llevaba de su cuarto. Lo que dejaba era una niebla. Cuando hube acabado, el café estaba listo. Lo tomamos de pie, junto al hornillo. Silvia dijo algo, que ese día iría a ver a un tipo, a hablar de un asunto. Poco después dejé la taza y me marché con la maleta. Afuera la niebla y el sol cegaban.
*www.ciudadseva.com/textos/cuentos/ita/pavese/cp.htm
Extraído de la página de Carlos Rivera
20/5/08
"NOSALTRES NO SOM D'EIXE MÓN"
Con RAIMON volverán a sentirse libres.
Por Josep Pernau en El Periódico
Per unes quantes hores
ens varem sentir lliures
i qui ha sentit la llibertat
te més forces per viure.
Por Josep Pernau en El Periódico
Per unes quantes hores
ens varem sentir lliures
i qui ha sentit la llibertat
te més forces per viure.
18/5/08
14/5/08
EL FUEGO TRANSPARENTE
El fuego transparente
30/04/2008
CARLOS Rivera
Como hace toda una vida, cuando yo lo escribí, los poetas se siguen muriendo de preguntas que se lleva el silencio. Juan Gelman , a quien acaban de entregarle el Cervantes, hizo de la pregunta por la desaparición de sus seres queridos su trayectoria vital. En el caso de Gelman la pregunta es un desafío a la muerte, él lo ha dicho, la poesía está en pie, estará siempre en pie contra la muerte. La muerte es el país del que nunca se vuelve. La poesía es el país de las preguntas. La belleza cargada de más vida es la única respuesta que conocemos los poetas para sobrevivir. Es como un instinto básico que permite cruzar la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz con el único deseo de beber el agua fresca y rumorosa de la vida que propagaron hace miles de años los labios lésbicos y ardientes de Safo .
Esparcidos por toda la tierra como un rumor desafiante frente a la muerte, desde la vida, los poetas, si alcanzan la inmortalidad, es solo por el hecho de ser poetas, de escribir desde la desnudez de los sueños humanos imposibles epístolas al fuego transparente en todos los idiomas y con todas las lenguas de Babel . Es así como todos los poetas, incluso los que se morirán sin haber sido conocidos, enfrentan en su discurso de palabras de espuma la realidad contigente de vivir en un tiempo siempre precario.
El tiempo de Hölderlín , mezquino y feo. El que le hiciera preguntarse al poeta alemán ¿para qué sirven los poetas? Gelman, en su discurso del Cervantes, alega su testimonio personal de superviviente y su desencanto de este tiempo en el que cada segundo muere alguien de enfermedades curables, de hambre y de pobreza. Antonio Gamoneda , su antecesor en el premio, también habló de la pobreza en su discurso del año pasado. ¿Para qué poetas, pues? Para dar testimonio de esas preguntas lacerantes de los habitantes de la tierra deshumanizada en la que cada segundo, por hambre y por pobreza, muere injustamente una persona. Para dar testimonio también de las tinieblas y los fuegos y de esa necesidad de conocer las respuestas de lo visible y lo invisible.
Juan Gelman, padre y abuelo de desaparecidos durante la dictadura de Videla, da también testimonio, sin embargo, de la inutilidad de los poetas cuya vida, de pronto, se detiene en el espanto. Como se detuvo la de nuestro Federico García Lorca en el barranco de Víznar. En cuyos casos la poesía se encuentra con lo que dice el poeta argentino en estos helados versos: "la soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos". Poesía contra la muerte , ese eslogan que nos ha dejado Gelman en su discurso del Cervantes, no es inutilidad ni utilidad de la poesía sino el discurso de la vida como elemento de distinción y dignidad. Incluso en la vejez, esa edad sin futuro en la que los poetas convierten en cenizas el fuego transparente de los años. Todo queda detrás y delante de un paisaje de soledad, de perros y de cuervos. Es cuando las palabras de los poetas son recuerdos a lento amor cocido en el país de la memoria. Lo único que quedará de los poetas al acercarse la hora de lo que yo escribí en aquel entonces celebrado poema mío de los años luminosos: "es cuando ya la tierra/ es cuerpo de sus cuerpos/ cuando sus corazones se hacen pájaro". A buena hora, dirá un escéptico. Gelman, en su vejez, sabe que la memoria de los hombres anda como un reloj con rabia e impotencia por defender la vida y estar contra la muerte. En tal sentido la poesía sobrevivirá, será inmortal, porque el poeta, como bien ha dicho Gelman, no vive para escribir. Escribe para vivir.
Extraído de la página de Carlos Rivera
30/04/2008
CARLOS Rivera
Como hace toda una vida, cuando yo lo escribí, los poetas se siguen muriendo de preguntas que se lleva el silencio. Juan Gelman , a quien acaban de entregarle el Cervantes, hizo de la pregunta por la desaparición de sus seres queridos su trayectoria vital. En el caso de Gelman la pregunta es un desafío a la muerte, él lo ha dicho, la poesía está en pie, estará siempre en pie contra la muerte. La muerte es el país del que nunca se vuelve. La poesía es el país de las preguntas. La belleza cargada de más vida es la única respuesta que conocemos los poetas para sobrevivir. Es como un instinto básico que permite cruzar la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz con el único deseo de beber el agua fresca y rumorosa de la vida que propagaron hace miles de años los labios lésbicos y ardientes de Safo .
Esparcidos por toda la tierra como un rumor desafiante frente a la muerte, desde la vida, los poetas, si alcanzan la inmortalidad, es solo por el hecho de ser poetas, de escribir desde la desnudez de los sueños humanos imposibles epístolas al fuego transparente en todos los idiomas y con todas las lenguas de Babel . Es así como todos los poetas, incluso los que se morirán sin haber sido conocidos, enfrentan en su discurso de palabras de espuma la realidad contigente de vivir en un tiempo siempre precario.
El tiempo de Hölderlín , mezquino y feo. El que le hiciera preguntarse al poeta alemán ¿para qué sirven los poetas? Gelman, en su discurso del Cervantes, alega su testimonio personal de superviviente y su desencanto de este tiempo en el que cada segundo muere alguien de enfermedades curables, de hambre y de pobreza. Antonio Gamoneda , su antecesor en el premio, también habló de la pobreza en su discurso del año pasado. ¿Para qué poetas, pues? Para dar testimonio de esas preguntas lacerantes de los habitantes de la tierra deshumanizada en la que cada segundo, por hambre y por pobreza, muere injustamente una persona. Para dar testimonio también de las tinieblas y los fuegos y de esa necesidad de conocer las respuestas de lo visible y lo invisible.
Juan Gelman, padre y abuelo de desaparecidos durante la dictadura de Videla, da también testimonio, sin embargo, de la inutilidad de los poetas cuya vida, de pronto, se detiene en el espanto. Como se detuvo la de nuestro Federico García Lorca en el barranco de Víznar. En cuyos casos la poesía se encuentra con lo que dice el poeta argentino en estos helados versos: "la soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos". Poesía contra la muerte , ese eslogan que nos ha dejado Gelman en su discurso del Cervantes, no es inutilidad ni utilidad de la poesía sino el discurso de la vida como elemento de distinción y dignidad. Incluso en la vejez, esa edad sin futuro en la que los poetas convierten en cenizas el fuego transparente de los años. Todo queda detrás y delante de un paisaje de soledad, de perros y de cuervos. Es cuando las palabras de los poetas son recuerdos a lento amor cocido en el país de la memoria. Lo único que quedará de los poetas al acercarse la hora de lo que yo escribí en aquel entonces celebrado poema mío de los años luminosos: "es cuando ya la tierra/ es cuerpo de sus cuerpos/ cuando sus corazones se hacen pájaro". A buena hora, dirá un escéptico. Gelman, en su vejez, sabe que la memoria de los hombres anda como un reloj con rabia e impotencia por defender la vida y estar contra la muerte. En tal sentido la poesía sobrevivirá, será inmortal, porque el poeta, como bien ha dicho Gelman, no vive para escribir. Escribe para vivir.
Extraído de la página de Carlos Rivera
12/5/08
11/5/08
Las enseñanzas de Sherezade
Un mito es una historia que, afectando a toda una comunidad, es juzgada por sus miembros como verdadera....
Gustavo Martín Garzo, en El País
8/5/08
DETRÁS DE LA VIDA
KATHERINE RIASCOS VALENCIA
9D
ITIN
DETRÁS DE LA VIDA
Había una vez un señor que era cazador. Un sía se fue a cazar y caminando por el bosque se encontró con un león. El cazador al ver este animal salió corriendo, pero el león empezó a perseguirlo; fatigado se arrodilló junto a un arroyo y se puso a rezar:
"Señor, apiádate de mí. Convierte a esta fiera en gente para que no me haga daño."
El león se arrodilló junto al cazador e implorando al cielo dijo:
"Gracias señor por bendecir el alimento que me dispongo a devorar".
Extraído de la página: http://orbita.starmedia.com/tumaco2000/cuentos.htm
6/5/08
EL CAMINO
Carlos Rivera
Mi poema del día, “El camino”, dedicado a la memoria de Don Antonio Machado, no está incluído en ninguno de mis libros sino en la antología titulada “La memoria y la sangre” publicada en 1.986 en Madrid como homenaje a las víctimas del franquismo y como primer paso hacia la recuperación de la memoria histórica de los perdedores de la guerra civil española. En la citada antología participaron 62 poetas españoles y contiene poemas de Federico García Lorca y Miguel Hernández, víctimas directas del conflicto, así como de los poetas exiliados y presentes en el momento de la edición del libro, poetas de diferentes generaciones. “El camino” intenta recrear el doloroso camino hacia el exilio de Don Antonio Machado, en compañía de su anciana madre que le preguntaba constantemente “: Antonio ¿Cuándo llegaremos a Sevilla”. En el departamento francés de Colliure encontró Don Antonio Machado la muerte poco tiempo después.
El camino, de Carlos Rivera
Y se quedó muy solo Don Antonio Machado.
Se le heló el corazón.
La galerna cavaba sus ojos con espuma
y España estaba muerta y la mínima inmensa madredumbre a su lado
y los perros de julio mordiéndole las olasdel alma.
Caminaba
caminaba sin dondedesmedido y ausente
ligero de equipaje
y en el aire de España se morían los pájaros
y no había fronteras donde caerse vivo.
Y el tiempo inerme
como la sed profunda
como el hambre sin peso de no llegar jamás.
Y el adelfo del sueño buscándole las alas
- Soria, Leonor, Castilla
y España en dos mitades,
en dos conflagraciones.
Y la tierra cainita del último sollozo
en el puño crispado,
una roja semilla de caminos que nuncase hicieron al andar.
Y el viento como un páramo del alma a las pupilas.
Y la laguna negra del cielo de febrero.
Y era largo el camino de no llegar a España.
Y se quedó muy solo Don Antonio Machado.
Se le heló el corazón camino de Colliure.
Y se murió de España
porque España había muerto.
Extraído de la página de Carlos Rivera
Mi poema del día, “El camino”, dedicado a la memoria de Don Antonio Machado, no está incluído en ninguno de mis libros sino en la antología titulada “La memoria y la sangre” publicada en 1.986 en Madrid como homenaje a las víctimas del franquismo y como primer paso hacia la recuperación de la memoria histórica de los perdedores de la guerra civil española. En la citada antología participaron 62 poetas españoles y contiene poemas de Federico García Lorca y Miguel Hernández, víctimas directas del conflicto, así como de los poetas exiliados y presentes en el momento de la edición del libro, poetas de diferentes generaciones. “El camino” intenta recrear el doloroso camino hacia el exilio de Don Antonio Machado, en compañía de su anciana madre que le preguntaba constantemente “: Antonio ¿Cuándo llegaremos a Sevilla”. En el departamento francés de Colliure encontró Don Antonio Machado la muerte poco tiempo después.
El camino, de Carlos Rivera
Y se quedó muy solo Don Antonio Machado.
Se le heló el corazón.
La galerna cavaba sus ojos con espuma
y España estaba muerta y la mínima inmensa madredumbre a su lado
y los perros de julio mordiéndole las olasdel alma.
Caminaba
caminaba sin dondedesmedido y ausente
ligero de equipaje
y en el aire de España se morían los pájaros
y no había fronteras donde caerse vivo.
Y el tiempo inerme
como la sed profunda
como el hambre sin peso de no llegar jamás.
Y el adelfo del sueño buscándole las alas
- Soria, Leonor, Castilla
y España en dos mitades,
en dos conflagraciones.
Y la tierra cainita del último sollozo
en el puño crispado,
una roja semilla de caminos que nuncase hicieron al andar.
Y el viento como un páramo del alma a las pupilas.
Y la laguna negra del cielo de febrero.
Y era largo el camino de no llegar a España.
Y se quedó muy solo Don Antonio Machado.
Se le heló el corazón camino de Colliure.
Y se murió de España
porque España había muerto.
Extraído de la página de Carlos Rivera
5/5/08
UNO NO ESCOGE
Poema de Gioconda Nelli
Uno no escoge
Uno no escoge el país donde nace;
pero ama el país donde ha nacido.
Uno no escoge el tiempo para venir al mundo;
pero debe dejar huella de su tiempo.
Nadie puede evadir su responsabilidad.
Nadie puede taparse los ojos,
los oidos,enmudecer y cortarse las manos.
Todos tenemos un deber de amor que cumplir,
una historia que nacer
una meta que alcanzar.
No escogimos el momento para venir al mundo:
Ahora podemos hacer el mundo
en que nacerá y crecerá
la semilla que trajimos con nosotros.
Poema extraído de la página de Carlos Rivera
EL VIEJO
Era un viejo joven de edad, aunque su corazón infartado solo por una vez, resistía desde su cárcel de prejuicios y desconfianza. Debía ser la desconfianza aprendida, creo que dicen los psicólogos, alguna cosa relacionada con su seguridad lo que le mantenía en guerra con cuantos querían ayudarle a vivir esos años hinvernales de la manera más cálida posible. Así, iba despreciando una por una a las personas que llegaban -algunas de países lejanos- dispuestas a cuidarle. -"No necesito a nadie", era su frase preferida. Después, cuando algún amigo o familiar le visitaba, se quejaba de su soledad.
Un día llegó hasta la casa donde el viejo vivía una joven que necesitaba trabajar para mantener a su niño colombiano. Tenía que enviar dinero a sus padres para que cuidaran de él, y quien sabe si para comprarse en su tierra una casita o montarse allí un negocio, o para trérselo con ella en esta España de sus ancestros. Le habían dicho que aquel señor necesitaba a alguien para vivir con él y ella necesitaba un lugar para vivir y un trabajo digno. El viejo la miró curioso y desconfiado. No entendía la jerga de la joven ni las "confianzas" que ella se tomaba, no pudo aceptar compartir su casa con alguien que no le "respetaba" como a él le habían enseñado: Una criada no puede tomarse esas confianzas, hasta dónde podíamos llegar.
La muchacha se marchó por donde había venido, sin entender que sus "cariños" hubieran asustado al viejo, sin pensar que para un viejo solterón una noche bailonga era pedirle demasiado. Se marchó despacio la muchacha, pensando qué había hecho mal para que en la próxima entrevista de trabajo no la despidiesen así. Mientras, el viejo sacó de la nevera el plato de comida vegetariana que el chico que iba a hacerle unas horas de trabajo y discusiones le había preparado. Miró el plato con el asco de quien le apetece un trozo de carne, maldijo entre dientes al chico vegetariano, cogió la cuchara y apuró su plato, mientras miraba la pared.
Un día llegó hasta la casa donde el viejo vivía una joven que necesitaba trabajar para mantener a su niño colombiano. Tenía que enviar dinero a sus padres para que cuidaran de él, y quien sabe si para comprarse en su tierra una casita o montarse allí un negocio, o para trérselo con ella en esta España de sus ancestros. Le habían dicho que aquel señor necesitaba a alguien para vivir con él y ella necesitaba un lugar para vivir y un trabajo digno. El viejo la miró curioso y desconfiado. No entendía la jerga de la joven ni las "confianzas" que ella se tomaba, no pudo aceptar compartir su casa con alguien que no le "respetaba" como a él le habían enseñado: Una criada no puede tomarse esas confianzas, hasta dónde podíamos llegar.
La muchacha se marchó por donde había venido, sin entender que sus "cariños" hubieran asustado al viejo, sin pensar que para un viejo solterón una noche bailonga era pedirle demasiado. Se marchó despacio la muchacha, pensando qué había hecho mal para que en la próxima entrevista de trabajo no la despidiesen así. Mientras, el viejo sacó de la nevera el plato de comida vegetariana que el chico que iba a hacerle unas horas de trabajo y discusiones le había preparado. Miró el plato con el asco de quien le apetece un trozo de carne, maldijo entre dientes al chico vegetariano, cogió la cuchara y apuró su plato, mientras miraba la pared.
1/5/08
EL CURRANTE
Mateo no estaba dispuesto a arrancar ni un solo rábano más de aquella tierra que le agrietaba las manos, así es que una mañana se fue sin desayunar siquiera hacia una ciudad que conocía solo por la tele. Llevaba en su mochila los documentos que pensó necesitaría en un lugar extraño y unos ahorros que nadie sabía que tenía. La ciudad le aportaría distinción y riqueza, cosa que sus padres nunca habían conocido ni habían sabido transmitirle.
Llegó de madrugada, con las ojeras de muchas horas sin dormir en un tren de mercancías. La pensión era cutre, mucho más que el precio que pagó por ella, pero necesitaba aquellas horas de descanso entre jornada y jornada. La fábrica no le curtía las manos como la tierra, aquella pestosa fundición le curtió los bronquios de manera tan fina que nadie más que él lo vió. Él y el médico que le recetaba antibióticos para si silicosis. Ahorró algo más de lo que tenía al salir del pueblo, y con ese tesoro y sus manos finas (trabajaba con guantes) volvió un día a visitar a su familia. Unos regalos, unos besos que le hicieron saltar las lágrimas, un plato del potage que tantas veces había recordado... Regresó a la ciudad como un héroe. Antes de partir, sus padres, ancianos ya, dijeron a su hija menor: "Mira Merceditas, cuando crezcas un poco más, te irás a vivir con Mateo a la ciudad. Seguro que a su lado te harás una señorita". Mateo besó a su hermana y se pasó todo el trayecto del mercancías imaginando cómo sería de bonito ayudarla a convertirse en una señorita. Sólo los accesos de tos le sacaban del ensueño. Los accesos de tos y la gran desolación que sentía al entrar en aquella cutre pensión.
Llegó de madrugada, con las ojeras de muchas horas sin dormir en un tren de mercancías. La pensión era cutre, mucho más que el precio que pagó por ella, pero necesitaba aquellas horas de descanso entre jornada y jornada. La fábrica no le curtía las manos como la tierra, aquella pestosa fundición le curtió los bronquios de manera tan fina que nadie más que él lo vió. Él y el médico que le recetaba antibióticos para si silicosis. Ahorró algo más de lo que tenía al salir del pueblo, y con ese tesoro y sus manos finas (trabajaba con guantes) volvió un día a visitar a su familia. Unos regalos, unos besos que le hicieron saltar las lágrimas, un plato del potage que tantas veces había recordado... Regresó a la ciudad como un héroe. Antes de partir, sus padres, ancianos ya, dijeron a su hija menor: "Mira Merceditas, cuando crezcas un poco más, te irás a vivir con Mateo a la ciudad. Seguro que a su lado te harás una señorita". Mateo besó a su hermana y se pasó todo el trayecto del mercancías imaginando cómo sería de bonito ayudarla a convertirse en una señorita. Sólo los accesos de tos le sacaban del ensueño. Los accesos de tos y la gran desolación que sentía al entrar en aquella cutre pensión.
27/4/08
EL DINOSAURIO
El dinosaurio
Columnas de humo
23/01/2008
CARLOS RIVERA
CARLOS RIVERA
El microrrelato de Augusto Monterroso ("Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí") ha sido interpretado ambiguamente como parábola del tiempo y de la vida. Es otra mi metafórica lectura. El dinosaurio es un ser alado y entusiasma a la gente que acude a su presencia solo por el placer de ser engullida. Hay sujetos que acoplan sus necesidades a las necesidades del dinosaurio. No sé si Monterroso lo pensó, lo que está para mí bastante claro es que la existencia del dinosaurio no perturba a la mayoría, ya que esa misma mayoría ha nacido, vive y morirá en el vientre del monstruo. Lo consideran su progenitor esencial, su raíz metafísica, su lengua viviente. No conocen otro idioma que el idioma del dinosaurio. También he podido comprobar que algunos de los que han nacido, viven y van a morir en el vientre del dinosaurio sienten a veces la necesidad de matar al padre eterno, aunque esa necesidad no se ejecute por conveniencia propia. Los más osados en el pensamiento de matar al dinosaurio son los jóvenes, no podía ser de otra manera, aunque no los imagino tomando el fuego de Prometeo de los poetas para quemar al dinosaurio.
Tengo la impresión de que muchos de esos jóvenes odian la existencia del alado deglutidor cuando se sienten solos, cuando lo desafían antes de cada nueva claudicación. Después de todo viven dentro de un cuento tan breve como el de Monterroso y si se despiertan y el monstruo no está allí, se sentirán desamparados. Y como viven dentro de ese cuento, de ese microrrelato, los más atrevidos de los jóvenes de este tiempo, tal vez de todos los tiempos, decidieron abordar la cuestión rebelándose con el don de la palabra contra la eternidad de la existencia del dinosaurio. Para ello escogieron una palabra acorde con el tiempo en que vivimos y que, interpretada así, no parece una amenaza inmediata para la existencia del propio dinosaurio. Esa palabra es "wiki", rapidez, ligereza, la única manera de emprender la huida del gran devorador cuyos regueldos podrían alcanzarlos. "Wiki" no es, por cierto, una palabra inglesa, sino hawaiana. La emplean los jóvenes como arma arrojadiza y como método de evasión de una nueva realidad que, como primera premisa, no podrá contener en su objetividad la objetividad de la existencia del dinosaurio. En cuya existencia estamos incluidos los que ya hemos entrado en lo que Gómez de la Serna llamaba "el espejo tragón de la edad". Los movimientos "wikimedia" se extienden por la calle y por internet a una velocidad similar a lo que Juan Cueto llama los movimientos "ciberfachas". Unos buscan salir del insaciable vientre del dinosaurio. Los otros, perpetuarse en la existencia de ese vientre que les da sombra y calor. Estos últimos llevan ventaja, por ahora, dado que el cuentecillo de Monterroso es su certeza y les sirve de coartada. Solo tienen en contra el proceso de velocidad histórica de una sociedad en permanente estado de cambio.
La sociedad es "wiki", marcha tan rápido que uno tiene la sensación de una desbandada de animales corriendo por la sabana y atropellando todo lo que encuentran a su paso. No huyen del fuego, son la esencia del fuego. Quieren crecer ardiendo y devorándose en sus propias llamas. La vida es corta y el escaparate de los paraísos artificiales es el objeto de su persecución, el nuevo fuego de Prometeo. El escenario "wiki" es el escenario histórico del sistema (la guarida del dinosaurio) que crea nuevas esclavitudes para satisfacer necesidades no básicas y fomenta la desigualdad. Monterroso lo intuyó.
Extraído de la página de Carlos Rivera
26/4/08
CAZADOR DE AURORAS
Cazador de auroras
02/01/2008
CARLOS Rivera
Cuando las primeras palabras de los primeros hombres comenzaron a ensanchar el mundo dándole nombres nuevos a cada cosa en su niñez, entre todos los cazadores de la tribu surgió la figura del cazador de auroras. Es el que se pregunta por qué cae la nieve, por qué moja la lluvia, qué grita la tormenta. Es el primer poeta, el precursor que ha expresado la pregunta de la que nace la poesía. La gran pregunta, tan incontestable como la pregunta de Dios. El pensamiento humano ha lanzado una bengala en la oscuridad. Aunque entonces como ahora todo siga siendo oscuro, esa bengala que produce un resplandor suave en medio de la noche es a la vez la nieve, el relámpago y la tormenta, es la lluvia a cuya sombra crece la ternura, es la luz que no procede del sol y quema por dentro como una llama azul e inextinguible. Es la poesía. Aún no ha nacido la literatura. Esta vendrá después y nacerá de una mentira tan intranscendente e infantil como la de la historia de Pedro y el lobo, cuando entra en juego la imaginación, una bifurcación del pensamiento. La literatura sí que dará respuestas innecesarias, precisas e imprecisas. Es el lenguaje común, con la palabra como herramienta de ficción para contar y descontar la historia de los hombres sobre la tierra. La poesía es la bengala en la oscuridad, la palabra que no tiene respuestas sino preguntas, solo preguntas hacia la búsqueda de la luz, las preguntas del cazador de auroras.
Francis Ponge , un poeta francés, rastrea esa luz en la arboleda de su Cuaderno del bosque de pinos . Juan Ramón Jiménez , un poeta español, en el diario de un viaje de novios. El lenguaje de los poetas no es una herramienta de ficción sino una herramienta de emoción, inteligencia y conocimiento. Utilizan, en ocasiones, palabras que parecen esponjadas del don de la divinidad, húmedas de la lluvia o secas de un viento que viene del desierto de la eterna pregunta. Hay palabras en los poetas que dan el contrapunto en medio de la oscuridad de la visión celeste de un Juan Larrea . Hay poetas que rastrean huellas, como el indio de la gran pradera, oliendo con sus palabras de finitud el gran suceso de la caza a la que nunca darán alcance. "Al final de esa frase (de algún verso) comenzará a llover y al fin de la lluvia, una vela", escribe un rastreador llamado Derek Walcot . El poema ha comenzado y terminado en esa vela que puede conducir al mar de Homero , al beso de Paris en el alado y helado corazón de Helena de Troya , a sumergirse en las tinieblas del bosque mediterráneo de pinos de Francis Ponge. Walcot está recreando, sin saberlo, el lenguaje del mundo primordial que es un lenguaje de vísperas. Al final de tal frase o de tal verso comenzará a llover y el cazador de auroras no podrá presentir el final del camino. La caza sin alcance. El poeta deberá detenerse en un claro del bosque y reemprender la búsqueda de la luz con sus ojos nublados. O ciegos, como los de Homero. Y antes que nada deberá el poeta conocerse a sí mismo de esa manera narcisista del que se cree un semidios o desde sus abismos personales. La datación exacta de la sensibilidad creadora del poeta nace en esos abismos que pueden contener toda la luz de la infancia de la vida, el hechizo que precede a la construcción del primer verso que se convierte en música. El primer cazador de auroras de la tribu llegó a ver esa música en la nieve que caía del cielo, en la lluvia que mojaba sus ojos, en el relámpago que anunciaba el grito de la tormenta. Han pasado miles de años desde entonces.
Extraído de la página de Carlos Rivera
02/01/2008
CARLOS Rivera
Cuando las primeras palabras de los primeros hombres comenzaron a ensanchar el mundo dándole nombres nuevos a cada cosa en su niñez, entre todos los cazadores de la tribu surgió la figura del cazador de auroras. Es el que se pregunta por qué cae la nieve, por qué moja la lluvia, qué grita la tormenta. Es el primer poeta, el precursor que ha expresado la pregunta de la que nace la poesía. La gran pregunta, tan incontestable como la pregunta de Dios. El pensamiento humano ha lanzado una bengala en la oscuridad. Aunque entonces como ahora todo siga siendo oscuro, esa bengala que produce un resplandor suave en medio de la noche es a la vez la nieve, el relámpago y la tormenta, es la lluvia a cuya sombra crece la ternura, es la luz que no procede del sol y quema por dentro como una llama azul e inextinguible. Es la poesía. Aún no ha nacido la literatura. Esta vendrá después y nacerá de una mentira tan intranscendente e infantil como la de la historia de Pedro y el lobo, cuando entra en juego la imaginación, una bifurcación del pensamiento. La literatura sí que dará respuestas innecesarias, precisas e imprecisas. Es el lenguaje común, con la palabra como herramienta de ficción para contar y descontar la historia de los hombres sobre la tierra. La poesía es la bengala en la oscuridad, la palabra que no tiene respuestas sino preguntas, solo preguntas hacia la búsqueda de la luz, las preguntas del cazador de auroras.
Francis Ponge , un poeta francés, rastrea esa luz en la arboleda de su Cuaderno del bosque de pinos . Juan Ramón Jiménez , un poeta español, en el diario de un viaje de novios. El lenguaje de los poetas no es una herramienta de ficción sino una herramienta de emoción, inteligencia y conocimiento. Utilizan, en ocasiones, palabras que parecen esponjadas del don de la divinidad, húmedas de la lluvia o secas de un viento que viene del desierto de la eterna pregunta. Hay palabras en los poetas que dan el contrapunto en medio de la oscuridad de la visión celeste de un Juan Larrea . Hay poetas que rastrean huellas, como el indio de la gran pradera, oliendo con sus palabras de finitud el gran suceso de la caza a la que nunca darán alcance. "Al final de esa frase (de algún verso) comenzará a llover y al fin de la lluvia, una vela", escribe un rastreador llamado Derek Walcot . El poema ha comenzado y terminado en esa vela que puede conducir al mar de Homero , al beso de Paris en el alado y helado corazón de Helena de Troya , a sumergirse en las tinieblas del bosque mediterráneo de pinos de Francis Ponge. Walcot está recreando, sin saberlo, el lenguaje del mundo primordial que es un lenguaje de vísperas. Al final de tal frase o de tal verso comenzará a llover y el cazador de auroras no podrá presentir el final del camino. La caza sin alcance. El poeta deberá detenerse en un claro del bosque y reemprender la búsqueda de la luz con sus ojos nublados. O ciegos, como los de Homero. Y antes que nada deberá el poeta conocerse a sí mismo de esa manera narcisista del que se cree un semidios o desde sus abismos personales. La datación exacta de la sensibilidad creadora del poeta nace en esos abismos que pueden contener toda la luz de la infancia de la vida, el hechizo que precede a la construcción del primer verso que se convierte en música. El primer cazador de auroras de la tribu llegó a ver esa música en la nieve que caía del cielo, en la lluvia que mojaba sus ojos, en el relámpago que anunciaba el grito de la tormenta. Han pasado miles de años desde entonces.
Extraído de la página de Carlos Rivera
25/4/08
BIOGRAFÍA SONORA DE JUAN GELMAN
Un tesoro documental de donde se mezcla la biografía del poeta, con poemas recitados por él mismo y sus propios relatos. Gozadlo en Cervantes tv
TANTOS AÑOS SIN SABER DE TÍ, MAFALDA
JOAN BARRIL
Tu padre empezó a contarnos cosas de tu vida en 1964. Pero tú ya naciste mayor. Sabías leer los periódicos, lo que escribían y lo que no podían escribir. Sabías cuidar de tu hermano Guille y te atemorizaban los centenares de miles de chinos. Tampoco te gustaba la sopa cuando naciste. O sea, Mafalda, que ahora debes de estar rondando los 50, que ya son años. Y te busco, Mafalda, porque el mundo no ha cambiado tanto. Y si ha cambiado ha ido a peor. Te busco para encontrar a alguien que se pregunte lo obvio pero que sepa responderse con esperanza. Te busco para saber si has sobrevivido, porque tu padre dejó de dibujarte nueve años después, cuando en tu Argentina natal las vacas eran gordas y las libertades aceptables, aunque se escuchaba un extraño ruido de tiros y torturas al otro lado del tabique de los Andes como preludio del golpe de Estado que tarde o temprano llevaría a los milicos al poder y a tus compañeros de universidad a la simple desaparición.
¿Sabes, Mafalda? Un día me pareció ver a tu mamá, ya sin rulos ni maquillaje, con su cabeza envuelta en una pañoleta blanca dando vueltas al obelisco de la plaza de Mayo. Y pensé que ya no volvería a verte y que tal vez estabas pudriéndote en el fondo de La Plata con un lastre en los pies y que tu hermano Guille tal vez había muerto bajo el frío austral y las balas británicas en algún páramo de la Gran Malvina. Pero no estás hecha de material perecedero. Te veo demasiado para que hayas desaparecido. Te veo a trozos, Mafalda. A veces es tu peinado, otra veces tu nariz, tu sonrisa, tu lágrima. El mundo está hecho de Mafaldas incompletas que algún día se encontrarán para armarse de nuevo. Casi te veo el otro día, frente a la Escuela de Mecánica de la Armada, la tristemente famosa Esma, donde Argentina perdió a los cerebros más brillantes de toda una generación, mientras un presidente asistía al descuelgue de los retratos de los asesinos y consagraba aquel lugar como Museo de la Memoria.
Cuando te conocí, Mafalda, no tenías memoria y ahora tienes demasiada.Tal vez tu padre consiguió meterte en un avión y llegaste a España dispuesta a hacer amigos y los encontraste. Te enamoraste de algún barbudo, posiblemente incluso votaste por primera vez y sentiste lo que fue el desencanto político de los 80. Subiste a los palacios de la cultura y dejaste que Europa te conquistara. Sin duda amaste mucho y escribiste poco. Descubriste tu cuerpo y lo cuidaste con caricias y con dietas. El mundo se convirtió en un suave río tranquilo y te refugiaste, pasota, en las novelas policiacas y en una cocina donde siempre humeaba la mejor pasta fresca de Occidente. De vez en cuando ibas al campo y contabas las hormigas de las hileras hasta que el sol rojizo se sumergía en el océano para ir a alumbrar tu país y no sentías la mínima nostalgia.
¿Dónde está Mafalda ahora? Tal vez sirve piña colada en un chiringuito de Formentera y deja que el salitre y el sol vayan cuarteando su piel de papel. Tal vez se ha enrolado como cocinera en uno de los barcos de Greenpeace y, de vez en cuando, desafía las proas de los grandes petroleros caracoleando con su zodiac entre los remolinos de popa. Tal vez ha abierto consulta con diván en un apacible ático de una capital europea y allí intenta que los demonios interiores de sus pacientes salgan a la luz con el estímulo de generosas minutas terapéuticas. Tal vez Mafalda es un cadáver sin identificar, mitad tinta mitad acero ferroviario, que los bomberos extrajeron con pinzas de la estación de Atocha y a la que nadie reclama. O será que Mafalda, después de sobrevivir a tantas desgracias, creyó encontrar el amor de su vida y en realidad fue el amor de su muerte, ese hombre oscuro que tras golpearla con un hierro la lanzó por el balcón.Pero eso no puede acabar así. Me pareció ver a Mafalda en la foto de familia del nuevo presidente del Gobierno. Mafalda ministra, preguntándose ante la bola del mundo por los motivos de la mala salud del planeta. Mafalda dispuesta a comerse el mal humor y a devolver la esperanza a sus amigos. Mafalda, en torno a los 50, convencida de que siempre hay motivos para creer, sin necesidad de revoluciones cruentas ni países rotos. La generación perdida de Mafalda no estaba tan perdida. Nos enseñaste a preguntar y ahora te tocará responder.
Fuente: la página de Carlos Rivera
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